.𝟝

49 14 18
                                    

[𝕝𝕠𝕟𝕘 𝕔𝕙𝕒𝕡𝕥𝕖𝕣]

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

[𝕝𝕠𝕟𝕘 𝕔𝕙𝕒𝕡𝕥𝕖𝕣]

A la mañana siguiente casi podía ver girar las ruedecillas de la fatalidad tras las pupilas de Rose mientras me interrogaba acerca de por qué le había preguntado aquello el día anterior.

Debería haber mantenido la boca cerrada.

Rose era inteligentísima y tan observadora como un gato en estado de alerta, y el hecho de que le hubiera pedido que me tradujera una frase en un español que, según me informó esa mañana, sonaba a portorriqueño, le había hecho levantar las orejitas.

Yo me había quedado mirando el mensaje de texto -aquellas tres palabras- un rato ridículamente largo. Paralizada por la cantidad infinita de cosas que podía haber contestado, cuando por fin me decidí por una respuesta parecida era más de la una de la madrugada y me preocupaba despertar a Jungkook, así que no contesté.

Qué mensa soy, la verdad.

Ahora tenía sueño y enseguida descubrí que tratar de moverme por los pasillos llenos de gente del instituto estando medio dormida podía ser el argumento de una de las novelas distópicas que solía leer.

Metí el manual de expresión oral en la tumba gris acero de mi taquilla y cogí los libros de mis dos primeras clases, sabiendo que más tarde tendría tiempo de pasarme otra vez por allí para cambiar de libros. Cerré la taquilla tratando de no pensar en Jungkook al tiempo que me decía que, si Keilah volvía a hablar conmigo, le respondería como una persona normal. La puerta de la taquilla se atascó. Suspirando, volví a abrirla y la cerré con más fuerza. Esta vez se cerró del todo. Satisfecha, recogí mi bolso y empecé a darme la vuelta.

-¿Tú?

Girándome por la cintura, busqué el origen de aquella voz y entonces la vi. La chica de la clase de expresión oral. La que había tocado a Jungkook como si tocarle fuera de lo más normal para ella y a él le pareciera bien.

-Eres tú. -Sus ojos marrones se entrecerraron-. Me gustaría borrar este momento, pero eres tú de verdad.

Con el rabillo del ojo, vi que la chica de las trencitas que me había saludado el día anterior se paraba a unos pasos de nosotras y miraba la taquilla delante de la cual se había detenido la otra. Dio marcha atrás y giró en dirección contraria.

Ay, Dios, eso no era buena señal.

La chica que tenía delante frunció sus labios satinados de rosa.

-No tienes ni idea de quién soy, ¿verdad?

Sacudí lentamente la cabeza.

-Yo sí sé quién eres, y no porque estés en mi clase de expresión oral. No me puedo creer que seas -añadió-. Pensaba que estarías muerta o algo así.

Se me cayó el alma a los pies. Mi segundo día de clase ¿y ya recibía amenazas de muerte?

La tira de su vieja bolsa de lona verde oscura se deslizó unos centímetros por su hombro.

Dear Silence ▹ jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora