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[𝕔𝕠𝕟𝕥𝕖𝕟𝕚𝕕𝕠 𝕝𝕚𝕘𝕖𝕣𝕒𝕞𝕖𝕟𝕥𝕖 𝕤𝕖𝕟𝕤𝕚𝕓𝕝𝕖]

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[𝕔𝕠𝕟𝕥𝕖𝕟𝕚𝕕𝕠 𝕝𝕚𝕘𝕖𝕣𝕒𝕞𝕖𝕟𝕥𝕖 𝕤𝕖𝕟𝕤𝕚𝕓𝕝𝕖]

No guardo recuerdo de haber recogido el libro de texto y haberlo metido en la bolsa. Tampoco recuerdo haber cogido la bolsa, ni haberme levantado. Me hallaba en un túnel de bordes oscuros cuya única luz era la puerta.

Otra chica se había levantado y estaba presentándose, pero no oí lo que decía. Mis piernas se habían puesto en movimiento. Aturdida, salí del aula y avancé por el pasillo en silencio. Me ardía el pecho cuando seguí andando, casi corriendo, sin detenerme hasta que estuve fuera. Entonces eché a correr hacia mi coche. El cielo nublado amenazaba lluvia.

Dios mío, no podía creerlo.

Me paré junto al coche, solté la bolsa, me incliné hacia delante y me agarré las rodillas.

Acababa de salir corriendo de una clase.

Respirando agitadamente, cerré los ojos tan fuerte que vi puntitos de luz. Qué débil era, qué estúpida… Lo único que tenía que hacer era levantarme y decir mi nombre, una cosa que me gustaba y otra que no. No era tan difícil, pero mi cerebro… No funcionaba bien. Se bloqueaba, me traicionaba en momentos de pánico.

—¿Molly?

Me incorporé de golpe y al darme la vuelta y encontrarme con sus ojos marrones casi perdí el equilibrio. Estaba delante de mí, con el deteriorado cuaderno en la mano.

Naturalmente, había salido de clase para ir en mi busca.

Nada había cambiado.

Una nueva oleada de vergüenza inundó mis mejillas cuando me aparté de él y miré hacia el campo de fútbol desierto. Se me saltaron la lágrimas de pura frustración.

—He dicho que te habías mareado —me comentó pasado un momento—. A nadie le ha parecido raro. Has comido en la cafetería, así que resulta creíble. Herrera me ha dejado salir para que viera cómo estabas. Se supone que tengo que volver, pero…

Pero no iba a volver.

Cerré los ojos y negué con la cabeza. Me picaba la piel como si un millar de hormigas rojas recorriera mis brazos y mi espalda. Cuatro días de clase, y había huido. Había hecho justamente lo que temían Darl y Rose. Justo lo que…

—Ratón, ¿estás bien?

Hubo un silencio y sentí su mano en mi brazo.

Ratón.

Yo ya no era suya.

Me aparté bruscamente y le miré justo a tiempo de ver el destello de sorpresa que cruzaba su rostro. Bajó la mano y escudriñó intensamente mis ojos, y deseé con todas mis fuerzas… Deseé con todas mis fuerzas ser normal.

Dios, la normalidad no estaba sobrevalorada cuando tenías un cerebro como el mío.

—No… no deberías haberme seguido —dije al cabo de unos segundos.

Dear Silence ▹ jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora