Epílogo

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ᴅᴇᴅɪᴄᴀᴅᴏ ᴀ DanilaHope

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ᴅᴇᴅɪᴄᴀᴅᴏ ᴀ DanilaHope


El mando a distancia estaba justo allí y parecía tentarme, apoyado sobre el grueso cojín del diván, junto a la bandeja que contenía dos vasos y un cuenco de galletitas saladas casi intactas. Lo único que tenía que hacer era incorporarme un poco y estirar el brazo. Podía cogerlo y no tendría que seguir viendo aquel partido de baloncesto.

Pero incorporarme y estirar el brazo no era viable en aquel momento.

Un brazo muy pesado me rodeaba la cintura y, si me movía demasiado, despertaría a Jungkook, y no quería despertarle porque los últimos días habían sido agotadores para él. Las ojeras que tenía desde hacía dos semanas me preocupaban.

Había pasado muchas horas en el garaje, acabando un trabajo de pintura que tenía que estar listo para el jueves. El día anterior, después de clase, yo había ido a verlo y me había parecido maravilloso, como todo lo que pintaba Jungkook. Era alucinante. Seguía sin saber cómo podía pintar con aerosol sobre cualquier superficie y hacer unos dibujos tan complicados y perfectos.

El dueño del coche solía correr en el circuito de carreras que había cerca de Freder-rock. Jungkook había pintado en el capó un dragón de escamas moradas y verdes. Unas llamaradas naranjas y rojas le salían de las fauces abiertas, extendiéndose por los laterales del coche.

Yo había hecho una foto del coche con una cámara de verdad, y la había añadido al porfolio de trabajo de Jungkook, que cada vez era más grueso. Él, como siempre, se había avergonzado un poco, como si no supiera cómo asimilar su propio talento.

Yo todavía no me explicaba por qué le costaba tanto ver que tenía talento, pero lo cierto era que estaba mejorando. Como muchas otras cosas (como yo misma), era una obra todavía inacabada.

Jungkook me había dicho unas semanas antes que a veces abría el álbum de fotos que habíamos elegido juntos en una tienda de material de bellas artes y que se ponía a hojear las fotografías de sus obras. Se había puesto colorado al reconocerlo. A mí me había parecido adorable. A veces nos sentábamos a mirarlo juntos, y entonces también se sonrojaba.

Pero no había sido el trabajo en el garaje lo que le había dejado agotado hasta el punto de quedarse dormido en cuanto había apoyado la cabeza en el cojín del sofá.

Esa mañana había sido muy dura para él.

Había pasado las últimas semanas aprovechando cada minuto libre para preparar el examen de ingreso en la universidad, que había hecho esa misma mañana. Una sonrisa se extendió lentamente por mi cara. Antes, ni siquiera se le habría ocurrido estudiar para el examen. Seguramente el personal del instituto se había quedado patidifuso al enterarse de que lo había hecho. Bueno, excepto el señor Herrera.

Alguien anotó un tanto y el gentío comenzó a vitorear en la tele. ¿O era un punto? ¿Cómo se decía en baloncesto? No tenía ni idea. ¿Por qué no podía tener poderes telequinésicos? Sería flipante poder mover las cosas con la mente.

Dear Silence ▹ jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora