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Remus, inconsciente y repleto de sangre, estaba siendo arrastrado. Había sido una noche diferente, algo andaba mal. Los merodeadores lo acompañaban desde tercer grado pero ahora no había podido ser así.
Al llegar a enfermería, dejó a Remus en la camilla con cuidado. Estaba muy lastimado, pero el hombre lobo parecía ya estar acostumbrado a ese dolor. Las puertas de enfermería fueron abiertas, por dónde la profesora Mcgonagall entro con expresión preocupada.
—Oh, Eros no tenías que hacerlo—dijo Mcgonagall al ver a Remus en la camilla inconciente, mientras pasaba su vista a Eros quien parecía estar ocultando el dolor que sentía.
Lo observó. Estaba lastimado en el pómulo y el labio, además de unos Cortes en los brazos, y piernas, parecía que había sido una larga noche para el Slytherin y el Gryffindor.
—No se preocupe profesora, estoy bien—dijo al notar la mueca en su rostro al observarlo—Si no le molesta que pregunte, ¿Dónde están los merodeadores?
—Ahora mismo están en mi oficina, tengo sus varitas y la puerta está cerrada por fuera, por lo tanto dudo que puedan salir. —señalo con orgullo, puesto que creía haber logrado atrapar a los merodeadores, lo que no sabía es que ellos siempre parecian tener un plan de escape.
—Claro...
—¿Y, como estuvo la noche con el joven Lupin?, ¿Hubo algún problema?—pregunto Mcgonagall preocupada e interesada.
—No profesora, todo estuvo bien. Lejos de que cayó en un charco de lodo y se puso jugar, todo normal—respondio tranquilo y ella sonrió tranquila.
—¿Aún no le dirás cierto?—pregunto la profesora observando a Remus en la camilla inconciente.
—No. No creo que le agrade mucho saber que lo he acompañado cada luna llena desde primer año, claro que deje de hacerlo por... usted sabe...
—Claro, lo se y en verdad espero que no seas tú el que tenga que irse.
—Créame profesora, yo también espero que sea así...
