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Tristán


— ¡Maldita sea! ¡Nunca! Nunca había conocido a una persona que lograra desquiciarme tanto ¡Berrinchuda! ¡Testadura! ¡Malcriada! ¡Ahggg! — golpee el volante, mi teléfono vibro.

— ¿Que quieres?

—Amigo ¿Que pasa?

—Nada, solo que me han dicho prepotente, arrogante e imbécil.

—Ja ja ja ja esa niña es cosa seria, cada vez me cae mejor.

—Vete a la mierda Fernando.

—Amigo todo es cierto, te portas como un verdadero imbécil con el mundo, solo eres capaz de ser amable con la gente que te importa y que puedo contar con los dedos de una de mis manos.

—Tú mejor que nadie sabes que yo no era así, fue la vida la que me enseño a golpear primero.

—Si pero la gente no lo sabe ¿Y que le hiciste? ¿Por que empezó todo? — le relate lo sucedido.

— ¡Tristán! ¡Carajo! ¿Como pudiste decirle eso?

— ¿Y por que no? ¿Que ella no me insulto primero?

— ¿Que tienes cinco? — Bufe — Tú eres un adulto.

— ¿Y por eso me tengo que aguantar?

— ¡Por Dios! pareces un niño, Tristán ella apenas va viviendo y tu has recorrido mas camino.

— ¿Donde estas?

—Parado en un acotamiento.

— ¿Y ella?

— ¿Ella?

— ¡Tristán!

—Se bajo del coche y se marcho.

—Pero dijiste que esta lloviendo, ¿Hace cuanto se fue?

—No lo se, unos quince minutos.

— ¡Ve por ella!

— ¡No me digas que hacer!

— ¡Carajo!

—Ya voy, no la pensaba dejar, pero quería calmarme un poco.

—En serio eres un imbécil, llámame ya que arregles ese desorden.

Puse el coche en marcha, la lluvia no había aminorado nada, así que mi visibilidad era nula. Aun así fui en su busca no debería de estar muy lejos, a menos...

A menos que haya tomado un taxi, no, no sabe a donde nos dirigimos pero... y si pidió un aventón no, no, estaría loca si lo hiciera ¡Carajo! ¡Si lo esta!

Metros adelante comencé a distinguir una figura, una vez que estuve cerca, me pude cerciorar de que era ella, se abrazaba el cuerpo y caminaba con la cabeza baja.

— ¡Sube! — ordene una vez que estuve su lado, ella me miro y siguió adelante.

—Paloma ¡Esta lloviendo! Sube, o te subiré a la fuerza — esta vez ni siquiera me miro — ¡Maldita sea! ¿Por qué simplemente no haces lo que se te pide? — caí en cuenta.

—Paloma, los dos nos exaltamos y así no cuenta ¡Por favor sube! ¡Por favor! — se detuvo y me miro, abrió la puerta y se subió al coche.

La mire de reojo y note que estaba totalmente empapada y titiritaba, puse la calefacción al máximo, ella abrazo su cuerpo y se hizo bola en el asiento. Eso me cabreo aun mas me mordía la lengua por decirle sus verdades, peo hubiera sido capaz de bajarse de nuevo.

Angel de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora