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Tristán

¡Ella lo sabia! ¿Pero como explicarle algo que ni yo mismo entiendo? Me desafía, no se calla lo que piensa, es terca, impulsiva me desquicia al punto de volverme loco, pero aun así no puedo ni quiero alejarme de ella.

Desde que la conozco he hecho tantas cosas que jamás pensé que haría, yo que me burlaba de aquellos que se volvían idiotas por... amor.

Pero es que ella me atrae como la miel a la abeja, como esa luz que atrae a los mosquitos, que aunque no deberían seguirla lo hacen. Me he preguntado tantas veces que es lo que me pasa, ella es prohibida por tantas razones; es la hija de la mejor amiga de mi madre, es una adolecente, yo solo le haría daño no soy una persona que sepa dar amor, solo se tomar lo que necesito antes de crear lazos afectivos, y a pesar de saber todo eso no me puedo detener.

Me justifique tantas veces diciéndome que solo nos iríamos a la cama, que los disfrutaríamos sin ataduras y sin compromisos, y después cada uno seguiría su camino sin ningún problema.

Si embargo con cada minuto que paso con ella, logro ver más en su interior y me gusta lo que veo.

—Tristán no creo que sea correcto — hablo sacándome de mis pensamientos.

—¿Por qué?

—¿Por qué? Hay mil razones, somos extraños que aunque es cierto que en los últimos días nos hemos visto envuelto en circunstancias peculiares, tú y yo apenas nos conocemos.

—¿Qué no dormiste en un avión con gente que no conocías?

—Si pero...

—¿Y que no estuve yo también ahí? E hicimos lo mismo que te pido ahora, y en el hospital.

—Si tienes razón...

—Entonces cual es el dilema, hemos pasado tantas horas juntos, donde hemos peleado, nos hemos enojado incluso ignorado, pero al final del día hemos dormido juntos y no recuerdo haberte faltado al respeto de alguna manera.

—No, no me has faltado, y al contrario me has cuidado pero... — suspiro — Bien tu ganas — sonrío — ¿En serio? Siempre te sales con la tuya.

—Solo por que tengo la razón. — puedo los ojos en blanco.

—¡Vaya! También eres humilde. — se burló.

Aunque el cuarto se encontraba envuelto en la oscuridad y el silencio, mis ojos ya se habían acostumbrado y detectaban su silueta.

—¿No puedes dormir? — pregunte.

—¿Cómo sabes que no duermo?

—¿Por qué no puedes dormir?

—No lo se.

—¿Es por mi?

—No.

—¿No?

—Bueno si.

—No entiendo, ya lo hablamos.

—Si, pero no deja de sentirse extraño.

—Que se me hace que te pongo nerviosa por que quieres abusar de mí.

—¿¡Que!? ¡No!

—¿Segura?

—¡Tristán!

— Jaja ja jaja tranquila es una broma, pero igual si no puedes dormir si quieres platiquemos.

—Esa es una buena idea.

—¿De que quieres hablar?

—Hay algo que me gustaría preguntarte, pero si no quieres responder no importa. — se escuchaba nerviosa y eso me dio mucha curiosidad.

Angel de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora