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Paloma

Abrí mis ojos y note que por la ventana se filtraba luz de día, y aunque no era un sol resplandeciente, si era una luz grisácea, lo mas seguro es que siguiera lloviendo.

Recordé a Tristán y me gire para verlo, pero no estaba, ni su cama tampoco.

Me quede aguardando, quizás hubiera ido a la cafetería, pero el tiempo seguía su curso y nadie venia.

No se cuanto tiempo mas transcurrió, pero al fin entro una enfermera la cual me indico que se me daría de alta, me entrego una pijama y una bata. La mire confundida.

—Es para que se vista — fue todo lo que dijo.

Me cambie una vez que me hubo desconectado a la maquina que llevaba mis pulsaciones y el suero, de nuevo me quede sola aguardando. Por fin ingreso el medico acompañado de Tristán, respire con alivio.

—Muy bien Paloma, te encuentro mucho mejor, como ya se te indico hoy sales del hospital, pero necesito verte en dos días, solo para confirmar que todo va mejor.

— ¿Dos días? — pregunte.

—A si es — mire a Tristán con preocupación, mi madre se terminaría enterando.

—Esta bien doctor, yo la traeré cuente con ello — aseguro Tristán.

—Eso es lo que me preocupa — dijo el doctor, Tristán lo miro con el ceño fruncido y yo no pude evitar reírme.

—Doctor...

—Nada muchacho era una broma, los espero — se fue.

—Tristán ¿Qué voy hacer? Mi mama...

—No te preocupes, ya lo tengo solucionado.

— ¿De que hablas?

—Rente una habitación en un hotel cerca de aquí, pienso que lo mejor seria permanecer ahí. Por lo menos mientras el doctor te da la alta.

—Si seria lo mejor ¿Pero...

—¿Pero?

—Eso será hasta el miércoles y les dijimos que viajaríamos el martes.

—Voy llamarlas y decirles que se me atravesó algo y no podremos viajar — solo asentí — Ten — me entrego un abrigo grueso — Esta lloviendo afuera.

No podía negar lo que bien que me sentía el que el se preocupara por mi, mi corazón aleteaba y me moría de ganas de refugiarme en sus brazos.

—Gracias — fue todo lo que pude decir.

Me sentaron en una silla de ruedas para llevarme a la salida, por mas que proteste se me indico que era política del hospital así que a regañadientes acepte. En cuanto llegamos a la puerta me puse de pie y sentí como me golpeaba el aire frió, me cubrí con la capucha del abrigo y lo cerré aun no terminaba con el ultimo botón cuando sentí como dejaba el piso.

—¡Tristán! — grite.

—¿Qué pasa? — respondió muy inocente.

—Puedo caminar, bájame — le pedí con la cara roja, por la vergüenza.

—Lo se, pero el doctor dijo que era necesario que te cuidaras, por cierto bonito color — mis mejillas se tornaron aun mas rojas, el muy idiota sonrió ampliamente y me acerco aun mas a el. Mis piernas colgaban de un extremo, pero mi rostro quedaba en su pecho podía oír el golpeteo de su corazón.

Pensé que lograría hacer que me bajara, pero solo lo hizo cuando me deposito en el asiento, inmediatamente después me puso el cinturón de seguridad y de nuevo mi corazón se disparo, si seguía así moriría de un infarto.

Angel de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora