-Definitivamente voy a extrañar verte todos los días pequeña- dijo mi suegra cuando llego el momento de despedirnos, después de un mes y medio recluida en un centro de salud mental pude darme cuenta que la vida era más compleja de lo que yo creía; después de ser adoptada la mayoría de mis problemas acabaron y prácticamente me olvidé que no todo en la vida era color de rosa perfecto, que había matices de colores chillones y oscuros.
Ya no era la misma mujer que hace unos meses, no era la Bianca vivaz y enérgica, tampoco era la mujer depresiva y errática que era antes de llegar a este lugar; solo quedaba la sombra de todos eso era silenciosa temerosa, algo fría y por supuesto desconfiada, con el tiempo esas características dejaban de ser tan predominantes devolviendo un poco mi naturaleza hiperactiva y sociable.
-Yo también te extrañare mama Azzura quisiera tanto que vinieras conmigo- dije evitando sollozar, hable con ella la idea de vivir con nosotros, teníamos mucho espacio y ella podría hacer su vida con su familia, no obstante ella me rechazo, en este lugar se había enamorado y sorprendentemente para todos del director del centro, dentro de poco ella seria dada de alta por sus médicos y por lo que sabia se irían a vivir juntos, Matteo en un inicio casi pierde la cabeza al saber ese detalle y después de una larga conversación lo acepto con la única condición de ver a su madre con frecuencia.
Yo respete sus decisiones porque al final eso era lo que me hubiera gustado que hicieran conmigo así me equivocara; no podía negar que seguía enojada con mi familia hable con ellos en especial con mis padres y les deje claro el motivo de mi molestia. Me había sentido abandonada, traicionada y poco apoyada, comprendía los motivos que los llevaron a tomar esa decisión y no les reprochaba el que buscaran ayuda, lo que me dolía era su poco tacto para informarme, si hubieran sugerido esto como una idea y no como una imposición quizás las cosas hubieran sido diferentes para todos; perdone sus errores como ellos los míos, ahora solo el tiempo sanarían esas pequeñas heridas que entre todos nos habíamos causado.
-Señorita Ricci el señor Amaduzzi esta acá- suspire aliviada viendo como todo el equipo de seguridad nuevo de mi novio tomaba mis cosas para llevarlas hasta el auto, abrace a mi suegra, a su nuevo novio y me despedí de todo el equipo médico para empezar a caminar hacia la salida, vi a mi novio en la entrada con una sonrisa que podría iluminar todo Italia, yo solo hice un pequeño gesto tímido lleve las mangas de mi abrigo hacia mis manos para cubrirlas por el frio de invierno.
- ¿Qué pasa cariño? - dijo Matteo cuando me detuve en la puerta y no me moví para salir- ¿todo está bien Bianca? - dijo con dulzura, trague saliva nerviosa y asentí cerrando mis ojos- muñeca comunicación, necesito palabras de tu parte, no vamos a volver al mutismo- dijo casi en una orden, sentí esa satisfactoria sensación hace meses no sentía esto, que él fuera tan dominante y protector me daba una sensación de paz muy placentera.
-Tengo miedo- susurre, me parecía un poco a esa Bianca que llego a los brazos de los Ricci, temerosa, asustada y tímida- ¿Qué tal deba quedarme más tiempo? ¿y si no lo logró? - le pregunte, él me sonrió enternecido, tomo mi mano para besar el dorso de ella- no quiero salir para tener que regresar- dije en una mueca evitando llorar, estaba asustada por mi parto, estaba asustada por las consecuencias que podía traer regresar al mundo real.
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Destinos Inciertos (#3 trilogía distintos)
RomanceElla era una niña que no conocía el amor Él era un joven que no veía mas allá de la razón. Se separaron para no amarse, y el destino los unió para que jamás sucediera otra vez. Dos almas que sueñan olvidarse y que siempre estuvieron destinadas a e...