-Bienvenida nuevamente a Italia mi niña- dijo mi padre Bartolomeo una vez abandonamos el aeropuerto, tomé una bocanada de aire llenándome del ambiente cálido y primaveral de mi país natal; sonreí encantada de regresar, seis años en el territorio alemán me habían obligado a añorar mi país como nadie.
Desde mi partida no había sido consciente cuanto extrañaba mi país, durante estos años había venido de forma muy esporádica de visita y ahora que mi regreso era permanente, deseaba compartir tiempo con mis padres, con mis cuatro hermanos y con mi enorme familia; estaba famélica por verlos a todos reunidos como cuando era una pequeña niña.
-Que viaje tan largo- dijo mi padre Reginaldo empujando la carriola de los trillizos, ellos estaban profundamente dormidos en sus carriolas- ¿y ahora que sucedió? - dijo mi padre revisando los mensajes de su teléfono- carajo debo ir a la oficina- suspiro resignado, me tense ante la posibilidad de tener que acompañarlo y encontrarme con mi peor tormento.
Escape con 17 años de Italia para olvidar a un hombre que hasta la actualidad provocaba que misa piernas temblaran, y solo con la mención de su nombre mi corazón se acelerara, había sido una pérdida de tiempo intentar olvidarlo, ya que mi amor por él estaba impregnado en cada centímetro de mi cuerpo.
-Puedo irme con los niños a casa y ambos pueden ir a tu trata bajo papi- dije hacia Reginaldo, él asintió mucho más tranquilo, tomé la carriola de los pequeños y la mano de mi hermano Eduardo, nuestros padres de despidieron de nosotros subiendo a una de las camionetas de seguridad, dejándome a cargo de los pequeños.
Con ayuda de los escoltas, subí las cosas a las camionetas de seguridad, una de las ventajas de pertenecer a una de las familias más ricas de todo el continente europeo es que tenía comodidades con las que muchos no contaban; acaricié mi cuello en donde tenía la cadena que Matteo me había dado con solo 15 años.
Decir que lo había olvidado era una absurda mentira, yo no había logrado sacar de mi corazón a ese hombre, ni siquiera mudándome a kilómetros de distancia lograba sacarlo de mi sistema; yo tenía claro que él había continuado con su vida quizás como yo lo había intentado hacer y era probable que ya se hubiera olvidado de la mocosa impertinente a la que alguna vez amo con locura.
Al llegar casa, el servicio me ayudó a acomodar a mis hermanos; los trillizos tenían pocos meses de nacidos y requerían atención todo el tiempo, mis padres eran paranoicos con su cuidado y por lo tanto tenían dos nanas en la casa para su vigilancia en su ausencia; las ayude a darles sus respectivos baños, su comida y llevarlos a la cama.
Mi hermano Eduardo, la luz de mi vida y la razón por la que había luchado por seguir viva, prometió que al despertar veríamos una película juntos; él y yo teníamos una relación estrecha no solo por ser hermanos de sangre, si no por todo lo que ambos enfrentamos antes de que nuestros padres nos rescataran de las garras de ese monstruo que estaba dispuesto a arruinar nuestras vidas. Camine hasta mi antigua habitación, al abrirla seguía igual que los últimos años, solo con algunos cambios poco relevantes, pase mis dedos por cada estante recordando los preciosos momentos que pase en este lugar.
ESTÁS LEYENDO
Destinos Inciertos (#3 trilogía distintos)
RomanceElla era una niña que no conocía el amor Él era un joven que no veía mas allá de la razón. Se separaron para no amarse, y el destino los unió para que jamás sucediera otra vez. Dos almas que sueñan olvidarse y que siempre estuvieron destinadas a e...