Aunque la tranquilidad parecía una ola que arropaba a todos en el Palacio Rosa luego de que Coraline Jones lanzara la llave dentro del gran pozo, sucesos sin precedentes comenzaron a ocurrir.
—Cariño, ¿has visto las noticias? Estamos a la mitad de la primavera y nadie habla de la neblina —comentó Charlie mirando la televisión durante el almuerzo.
—Al parecer, solo afecta esta zona —remarcó Mel—, estos lugares son remotos y dicen que ocurren escapes de gas de vez en cuando.
—¿Gas? —su esposo hizo un gesto espantado.
—Sí —Mel le dio un sorbo a su café, concentrada en el celular.
La extraña espesura obstaculizaba las calles, de tal manera, que quienes transitaban la vía preferían rodear el bosque en vez de cruzarlo. Coraline veía un libro de dibujos con desgano, tenía la mala costumbre de aburrirse con facilidad, pero como aquella cualidad la arrastró a un mundo peligroso la última vez, intentaba ser mas paciente y menos desenfrenada.
Aunque en su interior quisiera quejarse de los dibujos mal coloreados y pinturas deformes, y decir «¿Qué no hay otra cosa mas interesante que este dibujo insípido y aburridísimo? Preferiría ir de aventuras al bosque y perseguir otra vez a la bruja de Saori». Pero si dijese aquello que le rondaba la mente, entonces terminaría dónde todo comenzó. Suspiró, ser una niña poco asustadiza y repelente era un papel difícil de mantener en un mundo en el que la curiosidad no mata al gato pero si a quién lo acompaña.
Cuando terminaron de almorzar ambos padres se alistaron para salir.
—Coraline, ¿Quieres venir?
—No, mamá, iré a pasear al Gato.
Mel Jones recogió la cartera y se acercó a la puerta. Charlie siguió adelante, la esperaría en el auto.
—¿Desde cuando se llevan bien? —indagó.
—No lo creerías —respondió la pequeña— Peleamos contra la otra Madre, que era una bruja que se parecía a ti.
La madre frunció el ceño.
—Coraline Jones, repites eso y te castigo por un mes.
Luego cerró la puerta y se marchó monologando sobre las ocurrencias de su hija. Ella dijo: «A veces no sé si debería preocuparme».
Había pasado un tiempo luego de aquel incidente. Charlie y Mel habían tenido un respiro vocacional luego del éxito en el que se convirtió su catálogo de plantas. Asistieron a varios festivales e incluso firmaron algunos libros. Las personas creían —a modo de talismán— que la clave de su éxito había sido el accidente automovilístico que los llevó al borde de un colapso de estrés, justo en el tiempo en que escribieron sus trabajos. Mientras que Mel Jones vociferaban sus logros como: «Todo fue posible con esfuerzo, dedicación y un marido que cocine horrible. Esto último te hace rebobinar sobre el valor de las plantas y la alimentación».
Charlie afirmó que su esposa empedernida por manchar el valor de su gastronomía, algún día sería testigo de un revolucionario movimiento culinarios. Nadie supo si lo dijo enserio o no, de igual forma la procedencia de sus palabras sería un pilar en la comedia y sarcasmo.
.
Coraline se escurrió hasta llegar a una de las catorce ventanas de la mansión y llamó al Gato cuando quedó sola en casa.
—Gato, gato —vociferó, haciendo eco con las manos.
—No me gusta que me llamen como a un perro —renegó el animal, serpenteando la cola—, no me agrada.
Coraline sonrió.
—Desde el balcón del señor Bobinski se ve un puñado de neblina más espeso en el bosque —y luego preguntó— ¿Quieres venir?
—No, gracias, en el mundo hay un puñado de tontos, y luego estás tú, una niña ordinaria queriendo mirar donde claramente no quieren que nadie vea —el gato susurró—. Las cosas están cambiando Coraline, y no sé exactamente cómo.
—Entonces, ¿vienes o no?
Coraline ignorando las palabras del felino, metió dentro de la mochila un alicate. Luego salió en búsqueda de una aventura, pero primero se dirigió a la casa de los Lobat.
—¿Wybie está en casa?
—Wyborn acaba de salir a jugar por ahí— le dijo la abuela del niño con voz gastada—. Ten, llévale su merienda y toma unos para ti también.
—Gracias, señora, iré a buscarlo y ver que esconde la neblina —Coraline hizo énfasis y con entusiasmo agarró las loncheras.
—Vuelvan antes del anochecer, la neblina se vuelve peligrosa desde allí —advirtió la anciana.
Coraline hizo una mueca. La abuela del chico cerró de un portazo la puerta.
—¿Okey?
Coraline caminó hacia el bosque, el lugar estaba abarrotado con la neblina que se esparcía como un lago por encima de sus rodillas, y luego no la dejaban ver nada a unos metros. La brisa mecía los árboles y escuchaba a las aves hacer sonidos extraños. Fue entonces cuando pensó que quizás había sido una mala idea.
—¡Ayuda! —un grito corrió hacia ella— ¡La bruja viene!
—¡AAAAAAHHH! —chilló la niña y ambos chocaron.
—¡Ayudaaaa! —volvieron a exclamar— ¡La bruja me va a comer! ¡La bruja! ¡Aaah!
El niño se había tapado los ojos con las manos, estaba horrorizado. Coraline tuvo que golpearlo en la cabeza con la mochila para hacerlo reaccionar.
—¡Wybie! —gruñó molesta— ¡Deja – de – decir - tonterías!
—Pero es que… —intentó explicarse.
—¡Casi me matas del susto, pequeño tonto!
—¡Casi me arrancan los ojos, Coraline! —repuso Wybie.
La niña quedó en silencio unos instantes.
—¿Qué quieres decir?
—Ha… había un chico idéntico a mí y —Wybie tartamudeaba—, y había una mujer alta y desecha, con cuerpo de araña que dijo: «Te, te comeré los ojos, porque te quiero mucho».
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Coraline 2: El secreto de la Otra Madre | FANFIC COMPLETO |
FanfictionLa historia nace después del final que vemos en la película, donde a mediados de la primavera una extraña neblina inunda a todo el Palacio Rosa. Este fenómeno tomó sentido cuando Wybie, quien no sabía mucho de la bruja ni del otro mundo, relató ver...