Epílogo

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—¿Tienes alguna petición? —preguntó Bobinski mientras una bola de energía consumía todo a su paso

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—¿Tienes alguna petición? —preguntó Bobinski mientras una bola de energía consumía todo a su paso.

—Quiero ser feliz —dijo Beldam con los ojos brillantes—, quiero que todos seamos felices.

El hombre (que realmente era un dios) asintió y sonrió. Sin la bruja y el mago la vida volvió hacía atrás y adelante, dando un salto en una pequeña historia.

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Coraline bajó del auto y observó el complejo de departamentos llamado el Palacio Rosa por primera vez. Una casona antigua donde rentarían el primer piso. Ella sonrió ante un buen presentimiento, como si hubiese llegado a un lugar donde quiso estar desde hacía mucho. Quizás porque podría explorar y tal vez encontrar algo fantástico.

Sus vecinos eran muy peculiares. Habían dos actrices retiradas que vivían en el sótano y solían hablar por horas sobre sus días de fama en anfiteatros de renombre en Inglaterra. Ambas discutían a menudo por cualquier cosa y tenían cuatro perros vivos y un montón de ellos disecados sobre largas estanterías. Coraline pasó allí muchas tardes entre charlas, té de manzanilla, caramelos viejos y canciones antiguas.

—Señora April, señora Miriam, soy Coraline, no Caroline.

Aunque las visitara todos los días, ellas nunca le atinaban a su nombre.

Detrás del Palacio Rosa vivía un niño llamado Wybie quién tenía dos abuelas exactamente iguales. Él era el consentido de ambas y solía salir a jugar con Coraline.

—Perdóname, Wybie —dijo ella un día de la nada.

—¿Por qué? —Wybie no entendió.

—No lo sé, solo quería decirlo.

Por su parte, el ático estaba vacío. Sin embargo, cuando Coraline revisaba el buzón siempre tenía la sensación de que alguien saltaría de allí.

—¿Te dejaron queso otra vez?

La voz la sobresaltó. Coraline se había quedado viendo el ático de nuevo.  

—Sí, creo que el correo tendrá problemas si siguen confundiendo direcciones — ella sonrió—  Beldam, ¿quién querría tanto queso añejo?

La mujer le devolvió la sonrisa.

—No lo sé, quizás alguien que quiera tener un circo de ratones.

Coraline hizo una mueca.

—¿Un circo de ratones? ¿Cómo podría enseñarle trucos a tantos pequeños animales?

 Beldam se alzó de hombros y comenzó a caminar.

—No lo sé, quizás alguien que pueda hablar con ellos.

—Oye, no te vayas ¡Beldam! —Coraline siguió a la mujer— ¡Los animales no hablan, creo que estás viendo muchas películas!

—Cierto, cierto —Beldam miró hacía adelante y saludó— ¡Oh, cariño, volviste!

Coraline 2: El secreto de la Otra Madre  | FANFIC COMPLETO |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora