Capítulo 02

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Los dos niños y el gato volvieron al Palacio Rosa

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Los dos niños y el gato volvieron al Palacio Rosa. Wybie esperó fuera mientras Coraline fue por un vaso con agua; como siempre, la abuela le tenía estrictamente prohibido entrar. Aunque se tratara de su propia residencia. Coraline había descubierto la razón y no la culpaba, la muñeca de su difunta hermana —niña tierna— había desaparecido. Y nadie, a excepción de Coraline y el gato, sabía que la muñeca espeluznante descansaba presa dentro de la pequeña puerta.

—Ahora sí, dime qué pasó —encaró la niña— ¿Por qué gritas sobre una bruja? ¿Estás loco?

Wybie bebió el agua de un trago; no sabía cómo comenzar. Cuando salió por la mañana presintió que algo bueno pasaría, la niebla parecía llamarlo desde el lado donde no podía ver nada más allá de su nariz. El solo recordar lo acongojaba. Sus pasos eran lo único que lo guiaban entre la espesura. Su respiración se volvió pesada y fría, de pronto pudo ver su aliento subir por encima de sus risos, pero seguía pensando en lo bueno que le resultaba. Aunque de bueno no tenía nada.

La niña inspeccionó unos momentos a su vecino, esperando una respuesta. Ella sabía que la bruja Beldam (la otra Madre), había sido encerrada detrás del portal y no había manera de que volviera. «No sin la llave, la arrojamos al pozo» se convenció visualizando lo ocurrido tiempo atrás. Luego volvió a Wybie, quién se veía horrorizado.

—Solo dime lo que puedas —Coraline suavizó su rostro con una sonrisa compasiva—. No te esfuerces.

—Es que no lo sé —contestó el niño, Coraline hizo una mueca—. Fui hasta una parte del bosque que no reconocí —hizo una pausa, pensando—; quizás por la neblina, porque conozco todo el bosque.

Los niños descansaban al pie de la escalera y el gato escuchaba atento, clavando sus ojos grandes y azulados en la mirada del niño.

—¿Tienes hambre? —Coraline intentó dejar el tema de lado, aunque le interesaba saber, le resultaba incómodo que Wybie estaba a poco de tirarse a llorar. El niño la miró confundido y ella sacó las tazas que guardaba en su mochila— Son sandwices, tu abuela me los dio —explicó e hizo otro gesto desesperado cuando Wybie no lo agarraba— ¡Tómalo!

—Eh, gracias.

—No me agradezcas, te dije que tu abuela me los dio.

Comieron en silencio y sin prisa. Wybie miraba el pan y luego al bosque, seguía perplejo y asustado; había ignorado el hecho de que le temblaban las manos «¿Coraline lo habría notado? ¿Por eso parecía ser amable?» se preguntó. Quizás sí, le temblaban tanto que Silvestre (nombre que se había inventado para el gato) no dejaba de mirarlo. Era eso o él también quería un poco de su sandwich.

—¿Quieres un poco? —el niño partió su comida y la ofreció a su amigo peludo. Este negó —Sabes Coraline, a veces pienso que el gato Silvestre entiende lo que le digo.

Coraline sonrió.

—Él hace eso y más —susurró ella—, él puede hablar.

—¿Qué?

Coraline 2: El secreto de la Otra Madre  | FANFIC COMPLETO |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora