Muy tarde en la noche Coraline escuchó un ruido venir de debajo de su cama. Por suerte aún no se había dormido, seguía pensando en lo ocurrido, en la neblina, la lluvia, la bruja, sus padres y ambos Wybies. Sin mencionar al gato negro que escondía tantos secretos bajo su oscuro pelaje.
El ruido le hizo dar un brinco entre las sábanas, porque más que un estropicio, escuchó musitar a pequeños seres que ya había visto alguna vez.
Bajó la cabeza y los miró, eran ratones vestidos de trajes rojo brillantes y pequeños sombreros, muy estrafalarios. Ellos saltaron en dos patas como si fuesen conejos y huyeron hacia la puerta. Coraline se quedó expectante, la situación le resultaba familiar. Pensó que sería una mala idea continuar la travesía que sabía dónde terminaría.
Los «mushkas» esperaron a que ella los siguieran, pero cuando no lo hizo, se devolvieron y le halaron los dedos de los pies.
—No iré —dijo con claridad—. No iré a la puerta, está cerrada.
—No —respondió uno de ellos, pero a Coraline le pareció que la diminuta voz resonaba en su mente—. Ella te busca, te espera en la casa del otro mundo.
—¿Fueron enviados por ella? —inquirió la niña— ¿A qué mundo pertenecen?
El ratón que habló saltó del colchón y llegó otra vez a la puerta. Coraline escuchó aquella vocecita suave y clara decir: «Somos como el gato, pertenecemos a ambos y a ninguno. Es una maldición».
La niña refunfuñó y con remordimiento salió de la cama. Sabía que se trataba de una trampa, pero la valentía y la sed de justicia le hacían una mala pasada. Le hacían tener la esperanza de acabar con aquello que inició solo con abrir la más pequeña de las puertas.
Se colocó un abrigo y bajó las escaleras con cuidado. La madera vieja provocaba que cualquier ruido, por mínimo que fuese, sonara como una sinfonía rota.
—Los pollitos dicen pío pío pío cuando tienen hambre, cuando tienen frío —canturreó a voz baja para calmarse.
El Palacio Rosa estaba en penumbra. Normalmente, las luces que venían de los faroles iluminaban sutilmente el interior de la casa, sin embargo, ahora la luminiscencia apenas le permitían ver sus pies como dos serpientes delgadas y oscuras.
Los ratones siguieron su camino hasta la sala a la que poco visitaban, pues allí guardaban los muebles que le habían obsequiado a Mel como regalo de bodas y otras cosas de poco uso. Ese era el lugar donde estaba la puerta.
Dicen que recordar es volver a vivir, por eso Coraline Jones se tragó sus terroríficas vivencias para poder poner la mano sobre la manecilla. Estaba horrorizada, con el corazón en el único pensamiento de salvar a sus seres queridos. Coraline pensaba en sus padres dándoles la bienvenida y las buenas noches, y recordó la noche anterior cuando comieron pizza por la victoria de un partido local.
ESTÁS LEYENDO
Coraline 2: El secreto de la Otra Madre | FANFIC COMPLETO |
FanficLa historia nace después del final que vemos en la película, donde a mediados de la primavera una extraña neblina inunda a todo el Palacio Rosa. Este fenómeno tomó sentido cuando Wybie, quien no sabía mucho de la bruja ni del otro mundo, relató ver...