Capítulo 23

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—No puedes incriminarme solo porque tus curiosos espíritus te han dicho que fui yo —se defendió el hombre—, pero si tanto insistes ¿Por qué no me vigilas en tu casa? Después de todo, no tengo a dónde ir

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—No puedes incriminarme solo porque tus curiosos espíritus te han dicho que fui yo —se defendió el hombre—, pero si tanto insistes ¿Por qué no me vigilas en tu casa? Después de todo, no tengo a dónde ir.

Beldam refunfuñó ante la picardía.

—No puedo tener a un hombre como tú, solo vete —se quejó ella cruzando los brazos y trató de relajar su postura defensiva.

Coraline gritó pero su alboroto no dejó que la escena siguiera su curso. Beldam se marchó y el hechizo que la protegía se deshizo, como si se hubiese olvidado de la niña.

La niña apoyó las manos contra la grama, la respiración se le hacía pesada, escalofríos le recorrieron el cuerpo y pronto comenzó a vomitar.

—Oh, mira qué tenemos aquí —escuchó una voz suave y gruesa.  

Lo último que vio antes de caer fueron los zapatos de cuero de aquel mago, quién realmente era…

.

Coraline se giró sobre sí y siguió durmiendo. Sentía el cuerpo tan cálido y pesado, cubierto por un edredón que olía a fuego.

Tan tibio y con aroma a ¿fuego?

Coraline se levantó de un salto y miró una fogata. Rápidamente se quitó la manta (luego notó que era una capa), recogió una rama y con un movimiento de manos hizo que el trozo se afilara en la punta, como lo había practicado con el gato. Acercó su cuerpo a las llamas para ver su al rededor con más claridad.

Por un momento recordó el mundo fuera de este, al que pertenecía, dónde la neblina y el frío rodeaba un bosque semejante a ese, a sus padres y a su vecino. Cuánto le gustaría verlos.

Sintió un fuerte empujón que la tiró hacía el costado. Coraline cayó de espaldas, con los ojos bien abiertos.

—¿Intentas quemarte viva? —gruñó un hombre con voz severa, apareciendo de pie desde arriba (muy arriba) en el aire— No pareces muy lista.

 Coraline se levantó y atónita vio al pelinegro caer lentamente como si flotara.

—No —soltó conmocionada.

—Hmm, interesante —repuso él—, muy interesante para alguien que se acerca al fuego y quema parte de su abrigo.

Coraline terminó de enmudecer al mirar su brazo con una gran quemadura; la tela estaba pegada a su piel en carne viva. Él, desde lejos, hizo un movimiento con la mano como si hiciera un corte y la manga chamuscada de su abrigo cayó al suelo.

—¿Te duele?

—No.

—Ven —dijo el hombre y luego escupió en su mano—, no es muy práctico pero con esto te sanaré.

La niña se alejó. Definitivamente era él. Eran iguales.

—Asqueroso —murmuró con una mueca.

—Lo sé, aunque prefiero hacer esto que lamer tu brazo ¿sabes?

Coraline 2: El secreto de la Otra Madre  | FANFIC COMPLETO |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora