Capítulo 21

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La bruma intentaba colarse por las hendijas de las ventanas y las puertas

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La bruma intentaba colarse por las hendijas de las ventanas y las puertas. Coraline se visitó con los abrigos largos y sosos de su padre que puestos parecían una túnica gris de anciana. También se colocó un gorro negro que le recordó el inicio de aquella travesía.

Suspiró con nostalgia. Deseaba volver con vida de la mano de sus padres y pedirle perdón a Wybie por todo lo que le había hecho. Aunque estaba consciente del rechazo que alguna vez sintió hacia él (porque le pareció que era un niño parlanchín y grotesco), nadie tiene el derecho de causar tanto daño y dolor solo por no aceptar tu personalidad. Y aunque nunca hubiese advertido que todo acabaría así, no podía dejar de culparse.

 Y es que Wybie no era malo, solo diferente a ella; un niño travieso que amaba ir tras babosas montando su bicicleta y usando una extraña máscara (que a Coraline le parecía que tenía forma del rostro de un elefantes por su orificio alargado y chueco).  

La niña bajó de su habitación a la cocina y se apoyó en el lavavajillas. Luego lavó su rostro volviendo tibia el agua con el poder se sus manos. Trató de mirar a través de la ventana, pero lanzó un bufido cuando fue imposible por la espesura.

—Hay algo que no termino de entender —murmuró ella mientras recordaba la primera vez que miró al espíritu suplicarle ayuda— ¿Cómo el otro Wybie pudo salir si la bruja se volvió más poderosa? ¿Cómo recuperó sus fuerzas? Se supone que lo vi hecho polvo con su ropa amarrada en la azotea.

Un maúllo la sobresaltó, sacándola del ensimismamiento.

—Cuando bajes al pozo encontrarás el punto débil de la bruja, pero no te dejes engañar por lo que veas —comentó el gato apareciendo desde un punto ciego de la niña.

—Ya me ha sucedido muchas veces como para no saberlo, la bruja es la reina de las ilusiones.

—No solo ella —repuso él—, sea quien sea que veas allí, no tengas piedad.

—¿A qué te refieres?

 El gato no respondió.

—Claro —dijo con sarcasmo Coraline.

 Luego fue por su mochila y revisó si llevaba los objetos indicados: el Ojo Visión, una tijera de jardinería, una foto familiar (para la buena suerte) y los caramelos de ajonjolí que le había dado la señora Forcible. Coraline sacó los caramelos del bolso.

—Llévalos —instó el animal—; en algunas culturas sirven para la buena suerte.

Coraline enmarcó una ceja.

—Ya llevo una fotografía para eso.

—Solo llévalos —insistió el gato. La niña obedeció con desconfianza ¿Para qué podrían servir unos caramelos viejos y rancios?

Ambos caminaron hasta el centro del bosque donde descansaban una hilera de árboles congelados de manzana. Coraline estuvo utilizando su magia para derretir la nieve que se le amontonaba hasta las rodillas, pero cuando llegó a orillas del pozo encontró una montaña de ésta cubriéndolo.

Coraline 2: El secreto de la Otra Madre  | FANFIC COMPLETO |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora