Capítulo 08

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Cuando los padres de Coraline salieron a inspeccionar plantas en un invernadero a unos kilómetros de allí, la niña se dirigió a la casa de los Lobat para recaudar información, pero Wybie había sido castigado por lo que no logró su cometido

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Cuando los padres de Coraline salieron a inspeccionar plantas en un invernadero a unos kilómetros de allí, la niña se dirigió a la casa de los Lobat para recaudar información, pero Wybie había sido castigado por lo que no logró su cometido.

La niña se sentó en las escaleras con vista al sótano del Palacio Rosa, pensando en algo que pudiese hacer contra la bruja. Pero para su mala suerte (que estos días se multiplicaba al igual que eventos extraños), no había nada que le sirviera de ventaja.

—Hamish y Jock tendrán un baño este fin de semana —comentó April a la señora Forcible saliendo de su hogar. Llevaban consigo cuatro perros; Hamish, Andew, Jock y Mew.

—April, Jock no debe usar champú para pulgas, ya lo hemos hablado —contestó Miriam. Parecían arrastrar una conversación desde el interior de la casa.

—Buenos días señora Miriam, señora April —saludó apesadumbrada Coraline, hundida sobre sus rodillas.

—Oh, Caroline —dijeron al unísono.

Coraline no quiso discutir el tema de su nombre.

—¿Qué haces fuera, querida? La neblina está cada vez más fría —indagó April.

—¡Algo inaudito! —exclamó con vehemencia Miriam, al tiempo que se tropezaba con uno de sus perros— Andew, hazte aún lado.

—Oh, Miriam, este clima es el enemigo de los artistas, dan resfriados e interrumpen las bellas melodías —canturreó la señora Spink, acomodando con elegancia su cabello rosa.

—Tienes razón, April, esos catarros de temporada son una abominación —dijo la señora Forcible.

—Peor, querida Miriam, estamos en primavera —alegó la señora Spink.

—¡Qué horror!

La señora Forcible y la señora Spink habían salido a pasear a sus perros. Coraline recordó que ambas tenían un extraño fetiche con tener el cadáver momificado de sus mascotas en largas estanterías, pero no tenía un ápice de voluntad para hablar al respecto, ni de eso, ni de la idea de que nunca las había visto salir. 

—¿Qué te molesta, Caroline? ¿La lluvia de ayer te hizo mal? —preguntó Miriam.

La niña era del tipo de persona que destilaba energía por las orejas, por eso al verla decaída la señora Forcible pensó en que podría estar enferma.

—No, no es nada —aseguró la niña.

Ambas mujeres se vieron fijamente, y como si tuviesen un poder para leerse la mente, tomaron a Coraline por el brazo y la llevaron consigo.

—Refresca la mente, Caroline —dijo la señora Spnik pegándola a su regordete cuerpo.

—Los perros son traviesos, te levantarán el ánimo —ahora fue Miriam quien la apretó contra sus prominentes pechos.

Coraline se sintió ahogada entre tanta carne flácida, pero no dijo nada que hiriera las buenas intenciones y el orgullo de sus protuberantes vecinas.

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—…entonces Wybie no pudo venir a contarme sobre la historia de la mansión —terminó Coraline de hablar.

—¿Y por eso te sientes así? —inquirió April.

—Sí. Bueno, en realidad, no es solo eso pero es lo que me molesta ahora. Quería idear un plan para explorar la casa, pero tendré que retrasarlo.

La señora Spink y Forcible se miraron de nuevo como si compartieran pensamientos. Luego de tanto tiempo siendo compañeras de escenario y camerinos, habían alcanzado aquel nivel de absoluto conocimiento en la otra. Ambas pensaron «Solo son problemas de niños», pues Coraline solo les había dicho su disgusto por Wybie y las “pesadillas”. Pero de ahí a relatar su agravio con la bruja y la historia que venía detrás de la puerta… quizás si se los hubiese contado ellas verían con seriedad  el asunto.

—Llevamos mucho tiempo en el departamento y nunca nos habíamos preguntado sobre la fundación del lugar —confesó la señora Frocible—. Hace tiempo escuché que la mansión en más vieja que la señora dueña del lugar, tal vez incluso más vieja que sus propios abuelos.

—Ay, Miriam, claro que sí —interrumpió la señora Spink—; esa casa a veces parece como si se cayera a pedazos.

Entre tanto Coraline escuchaba con atención mientras veía a los perros merodear el jardín. Ya parecían muy adultos como para ir detrás de sus colas o corretear al gato negro que de vez en cuándo metía su nariz en los arbustos, pero aún podían caminar lentamente olfateando sus traseros y arando la tierra y el lodo con sus patas.

Si antes hablaban del baño, entonces no habría problema con que se revolcaran en el fango, pensó Coraline cuando vio que uno de los perros terrier se había hundido en un pozo de lodo.

—Hamish, cuidado con el vestido —reprendió Miriam, levantándose para ir en busca del animal.

.

En la tarde llegaron sus padres repletos de carpetas y muestras de plantas. Charlie dejó las macetas sobre una repisa a un lado de una ventana, y luego se encerró dentro del cuarto estudio donde solía trabajar y gritar cuando se le reiniciaba el computador. Mel, a diferencia de él, le llevó un almuerzo frío a Coraline y dijo que podía calentarlo en el microondas.

Coraline hizo mala cara cuando se dio cuenta que la comida dentro parecía como si la hubiesen volteado en la licuadora.

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Coraline pasó el resto de la tarde dando vueltas en círculos por la sala de su casa, pensativa. Wybie no vendría y él era la única persona que podría darle indicios sobre el secreto del Palacio Rosa y la bruja Beldam.

—¿Vas a cavar un pozo? Con tantas vueltas podrías marearte —escuchó una voz detrás de ella.

Coraline frenó en seco y se giró hacía el felino. No sabía si era una buena idea, pero al menos era algo.

—Te estaba esperando, gato.

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Coraline 2: El secreto de la Otra Madre  | FANFIC COMPLETO |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora