Capítulo 04

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—Eres… ¿el otro Wybie?

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—Eres… ¿el otro Wybie?

Coraline se levantó, dejando a un lado el miedo que la invadió en su inicio. Si ese era el otro Wybie Lobat, quien había dado su existencia para salvarla de la otra Madre, no tenía motivo para temerle.

El chico se ocultó entre la neblina. Coraline intentó acercarse, pero al hacerlo, una mano puntiaguda salió de las sombras apuntando hacia su rostro.

—¡Ah! —gritó la niña, cayendo al suelo.

—Tiempo sin verte, pequeña Coraline ¿me extrañaste?

Una figura delgada emergió de la espesura. Sus manos de aguja pasearon por su rostro cadavérico. Era ella; la otra Madre estaba delante de ella, con su sonrisa retorcida, haciendo hincapié en el fuerte deseo que tenía por consumir los ojos de la niña.   

—¡La bruja Beldam! —chilló Coraline arrastrándose hacía atrás sin perderla de vista— ¿Qué haces aquí? Te… te… yo… arrojé la llave.

—Por poco y consigo uno de tus hermosos ojos —Beldam tocó su botón oscuro con la punta de su larguirucho dedo—; sería bueno que dejaras de ser tan terca y me los entregaras como obsequio. 

—¡Jamás te los daré, bruja horrible!

—Ay, Coraline ¡Niña malcriada! ¡Te castigaré!

La otra Madre se abalanzó hacia Coraline dejando ver sus seis patas arácnidas. La niña se echó a correr colina abajo. Estaba asustada, tan nerviosa que tropezó y llegó rodando al final. Allí, con la cabeza dando vueltas pudo ver un cielo grisáceo sobre ella. Un cielo menguante que le anunció la bienvenida de una nueva historia; la revuelta que recibiría este mundo, el mundo que la bruja profanaba.

.

Cuando la niña despertó, estaba en su aburrida habitación de siempre. Se alegró al ver sus juguetes inanimados y las paredes rosa vieja, nada sentaba mejor como saber que todo lo desagradable había sido parte de una vil pesadilla.

Bostezó y al estirarse encontró al gato sentado al otro lado de la ventana. El animal parecía llevar allí mucho tiempo, perdido como una mancha que opacaba la claridad de un cielo sin sol, que aún así alumbraba.

—¿Te sientes bien? —preguntó el gato.

—Sip, soñé con algo del tipo «agh» —hizo una mueca—, pero solo fue una pesadilla.

El gato se quedó mirándola, ella gestionó un «¿Qué?».

—Lo que viste no fue un sueño, Coraline. Tuviste un infortunado encuentro con la bruja.

—Ja, ja, ja, eso no puede ser gato. Lo soñé porque ¿Cómo explicas que amanecí aquí, en mi habitación? Ella quería atraparme y pudo hacerlo, pero como es un sueño no lo hizo.

—Te salve, niña tonta.

—No me digas tonta —se quejó Coraline, cruzando los brazos.

—No me dijiste sobre el sueño ¿cómo crees que supe de qué se trataba? Te vi correr de ella y te saqué de allí antes de que te atrapara. Tuviste suerte después de todo.

Coraline caminó hasta el borde de su cama y se sentó allí con la mirada en el suelo. La bruja de verdad había regresado, entonces todo se repetiría; las peleas, engaños, juegos de muerte, todo volvería.

—¿Qué debemos hacer? —dijo la niña.

—No lo sé, por ahora estar atentos a cualquier cosa que intente hacer.

—Entonces, ¿eso significa que mi mamá, si es mi verdadera madre?

—Al parecer sí —afirmó el gato—, pero debes tener cuidado.

Coraline sonrió y salió de la habitación en busca de ambos padres. Ellos estaban en una de las salas, en el sofá grande, viendo la televisión.

—¡A darle State Spartan! —gritó con jubilo Charlie Jones.

Coraline carraspeo para llamar su atención. Su madre volteó a ella.

—El State Spartan le lleva la delantera a los Tech Huskies —explicó Mel—. Tu padre a apostado la cena a que ellos ganaran. Hoy cenaremos pizza.

—¿No estamos lejos de Michigan? Aunque pierda no hay manera de que le paguen la apuesta —bromeó Coraline.

—Déjalo Coraline, ni siquiera sabía que a tu padre le gustaban las apuestas.

Charlie se giró hasta la puerta y saludó a su hija.

—Oh, linda traviesa, no te había visto. Ven, siéntate, ¡Veamos el hocky como una verdadera familia!

Mel golpeó suavemente el costado de su esposo y ambos sonrieron. Coraline se sentó en medio de ellos por media hora más hasta que finalizó el partido.

—¿No habrá problemas con comer pizza otra vez? —preguntó Coraline.

—¿No te gusta? —dijo su madre.

—Sí, pero… la comida de papá —su hija lanzó una mirada al hombre.

—Cuando comiences la escuela te haré muchas comidas, así que no te preocupes querida Coraline —Charlie le acarició la cabeza a la niña, pero Coraline se sintió inquieta.

«Querida Coraline» le había dicho Beldam. Pronto dejó de pensar en eso, porque era al contrario: la otra Madre la llamó así, porque Charlie, y a veces Mel, le daban tal trato.

El día pasó sin tapujos, solo la neblina y el frío dictaban que algo estaba fuera de lugar. Los alrededores estaban tranquilos, silenciosos, solo un festejo permanecía en la cocina de los Jones. Había una gran pizza de peperoni sobre la mesa y una gaseosa de coca a un lado. Charlie no dejaba de alardear sobre la victoria de su equipo preferido: los State Spartan, local de Michigan, dando saltos y caras graciosas para divertir a su hija.

Coraline se alegraba al mismo tiempo que miraba con discreción las ventanas de la cocina. No había nadie. No miraba a ningún otro Padre ni otra Madre, tampoco se veían señales del otro Wybie. Aunque a él si le hubiese gustado ver; era uno de los mejores amigos y compañeros que pudo tener; de pocas palabras y verdadera confianza. Un amigo al que le debía agradecer, porque la deuda que mantenía era el precio de su vida, literalmente.

 
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Coraline 2: El secreto de la Otra Madre  | FANFIC COMPLETO |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora