28. Moto (Agustín)

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Sofía lleva una mochila a la espalda con algunas mudas, la sigo escaleras abajo y se despide de su familia

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Sofía lleva una mochila a la espalda con algunas mudas, la sigo escaleras abajo y se despide de su familia.

—¿Solo llevas eso? —pregunta Mariana—. ¿Para todo un verano?

—Justo porque es verano no necesito mucha ropa, un bikini, un vestido, un par de shorts y blusitas... zapatillas y ya...

—¿Y ropa interior? —inquiere su hermana divertida logrando que Sofía se sonroje.

—Claro, tonta...

—¿Dinero? —pregunta su mamá y saca unos billetes para dárselos—. Si necesitas más me avisas y lo transferiré a tu cuenta.

—No, mamá, no quiero que te preocupes por el dinero, tengo mis ahorros que he hecho en el Cafetario —responde.

—¿Y Amelia paga bien? —inquiere Mariana que ha aceptado ayudar a su hermana mayor durante la ausencia de Sofía.

—No —respondo yo.

—Lo suficiente —responde Sofía.

—Lo suficiente para ti no es lo mismo que para mí, tú no te compras nada nunca... —se queja.

Sofy se encoje de hombros y se despide de su familia, puedo ver a su madre preocupada, pero no le dice mucho más.

Salimos y caminamos hasta una esquina y luego vamos a la izquierda en vez de a la derecha, donde se supone está la estación de buses.

—¿A dónde vas? —pregunto y ella sonríe.

—Sorpresa...

—¿No tomaremos el bus a la costa? Es lo que le dijiste a tu madre...

—No siempre digo la verdad —responde ella con un guiño y no dice más.

Paramos a unas diez cuadras en frente a un taller de motos, rápido reconozco a Jorge que está trabajando.

—¿Viene con nosotros? —pregunto y ella niega.

—Hola —saluda.

—¡Hola! —responde él y mira hacia todos lados, Sofía solo sonríe—. ¿Todo listo?

—Sí... ¿Me conseguiste el carné de conducir? —inquiere.

—Sí... —dice él y yo frunzo el ceño.

—¿No tenías carné? Me he subido al auto de tu madre contigo un millón de veces —me quejo—. ¡Podríamos habernos matado! —Entonces río—. Ah, perdón, cierto que ya estoy muerto.

Sofía sonríe y me mira de reojo.

—¿Está ahí? —inquiere Jorge y ella asiente.

—Cuídala, quien quiera que seas, porque si le pasa algo... no sé cómo le haré, pero... voy a matarte dos veces —añade.

Sofía se echa una carcajada y me mira.

—¿Qué? —inquiero confundido—. ¿Él me ve?

—No, pero sabe de ti —dice sin cohibirse ni susurrar—. Se llama Agustín —me presenta como si Jorge me pudiera ver—. Agustín Latorre.

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