Mientras Sofy se da un baño y termina de preparar sus cosas, salgo al mercado para comprar cosas que me ha dicho que debemos llevar. Me ha dado una lista para hacer las compras porque dice que así aceleraremos el viaje y no nos alcanzará la noche en carretera.
Yo voy, hago todo lo que ella me dice, estoy feliz de estar aquí y de que me haya aceptado. Busco en las filas del supermercado todo lo que manda la lista y luego pago todo en la caja. Cuando voy de salida, siento una mano en el hombro, me volteo a mirar y es Jorge.
Me mira con fijeza y cierra los puños, por un instante pienso que va a pegarme.
—¿Eres Agustín? —inquiere.
Asiento.
—Te ves bastante mejor de lo que estabas en aquella cama de hospital —añade.
—Menos mal... —respondo en un intento de sonar amigable, no quiero problemas con alguien que sé que es importante para ella.
Él suspira, abre la boca y la vuelve a cerrar, mira a un lado y luego al otro, yo aguardo paciente porque sé que quiere a Sofía y que ella lo quiere.
—Cuídala —dice entonces—. Valora lo que tienes... si no lo haces tendré que golpearte.
Yo sonrío, pero no con sorna, y luego asiento.
—Lo haré, Jorge... y...
Él me mira.
—Gracias por haber estado para ella, por haberla cuidado... sé que la amas y... solo puedo decirte gracias y prometerte que la haré feliz, muy feliz, y si no es así, yo mismo iré a buscarte para que me golpees todo lo que quieras.
Él asiente y suspira. Me pasa la mano y yo también lo hago.
Luego se marcha, hay tristeza, dolor y resignación en su mirada, pero ama a Sofía y quiere lo mejor para ella. Y sabe que el corazón de Sofy siempre me ha pertenecido como a ella el mío.
Camino de nuevo hasta su casa y dejo las compras, ella está acomodando el equipaje en el auto y al verme sonríe.
—¿Tú no has traído nada de maletas? —pregunta—. Podemos pasar por el hotel a buscar tus cosas.
—No he traído nada, me he venido así. Apenas me he comprado esta ropa al llegar aquí para no apestar a la hora de buscarte, pero no te preocupes, no planeo usar mucha ropa estos días.
Sofía se sonroja y sonríe.
—Podemos comprar lo que necesites en el pueblo —ofrece.
Yo asiento y me acerco a ella, la abrazo por la espalda mientras ella acomoda las bolsas que traje.
—Así no puedo hacer nada —se queja moviéndose.
Yo le muerdo suavemente el cuello y ella sonríe.
Minutos después salimos rumbo a Las Hadas, la misma playa donde unos cuantos veranos atrás nos tuvimos que despedir.
Hoy se vienen los capítulos pendientes de estos días que he estado ausente.
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INTANGIBLE
RomanceSofía tiene un don heredado de su abuela, puede ver a los espíritus de las personas fallecidas y comunicarse con ellos. Es médium, pero odia serlo, por lo que ha ignorado esa parte de tu vida y finge vivir una vida normal. Agustín está en un sitio...