64. Presencia (Sofía)

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Es un día especial, alegre y triste al mismo modo

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Es un día especial, alegre y triste al mismo modo. Sé que es mi último día con Elena, pero también sé que ella desea regresar y que ya no le hace bien quedarse por este lado. Su brillo y su energía están cambiando.

Durante el día conversamos un poco sobre la vida, me da consejos y me dice que ha sido hermoso haberme conocido.

—Puede que no haya hecho lo que vine a hacer —comenta—, pero definitivamente conocerte fue la mejor parte de esta aventura —afirma.

—Te agradezco que no me hayas orillado a aparecer en una iglesia gritando para impedir la boda de un desconocido, pero más te agradezco tu amistad —respondo.

Ella sonríe y nos encaminamos al Cafetario. Hay más gente que de costumbre porque todos saben que luego nos tomaremos un tiempo. He decidido ir de vacaciones luego de esto, en la empresa me han dado permiso pues tenía algunos días pendientes. Iré a la playa, a aquella vieja playa en la que años atrás me despedí de Agus.

La idea es cerrar nuestra historia, despedirme de él en aquel sitio en donde tuvimos nuestra primera y última cita. Debo dejar de lado aquello que no pudo ser y mirar hacia delante.

Las personas aparecen una tras otra y me concentro en ellas. Esta actividad es buena, pero saca mucha energía y me siento agotada. Elena revolotea a mi alrededor comentándome cosas sobre la gente que llega y los espíritus que los rodean, y de pronto se me pierde de vista.

Me asusto porque temo que se haya ido sin despedirse de mí. Esperaba que lo hiciera al final de la noche, luego de que nos quedemos solas y que yo pudiera decirle un adiós como corresponde.

El último es un hombre mayor, aunque hace un rato escuché la campanilla de la entrada. Estoy de espaldas a ella así que no pude ver si era una persona más o alguien que solo viene a tomar algo. Acabo con el hombre cuya mujer posa a su lado con una sonrisa hermosa y me pide que le diga que ha sido el mejor marido del mundo y que lo ama y lo espera.

Él se emociona y yo con él, esa clase de amores siempre logran llenarme de esperanza. Me gusta pensar que en esta época en que se han perdido tantos valores aún puede triunfar el amor.

Y cuando se va, cual aparición, él está allí. De pie, mirándome con un brillo hermoso en los ojos.

—¿Me dibujas? —pide y yo sonrío.

No sé por qué, quizá solo porque lo vuelvo a ver o porque estar cerca de él siempre me lleva a un estado de felicidad que no logro explicar.

—¿De verdad? —inquiero y él asiente.

Busco una hoja en blanco y tomo un carboncillo para comenzar.

Elena se aparece a su lado y lo observa con ternura.

—Es Agustín —digo para explicarle de quién se trata, me alegra que haya regresado y que no se haya ido aún.

—Lo sé —responde ella y de pronto coloca una mano sobre su hombro y pega su cabeza a la suya.

INTANGIBLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora