55. Enfado (Agustín)

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Aquella primera noche sellamos un acuerdo, pasaríamos unos días como los buenos amigos que alguna vez fuimos y trataríamos de comprender qué era lo que sentíamos y cómo manejarlo

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Aquella primera noche sellamos un acuerdo, pasaríamos unos días como los buenos amigos que alguna vez fuimos y trataríamos de comprender qué era lo que sentíamos y cómo manejarlo. No iba a ser sencillo, al menos no para mí. Sofía me atrae de una manera tan intensa que tengo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no acercarme a ella y tocarla, darle un beso en la frente o tomarla de la mano. Es como si aquello simplemente me saliera natural, como si mi cuerpo y el suyo estuvieran acostumbrados el uno al otro, como si hubiese sido así siempre.

Pero no es así, visto desde donde estamos somos un par de personas que han compartido algo que nadie podría comprender y que ni siquiera podemos explicar.

Decido llevarla a pasear por los sitios de la ciudad que más me gustan, por los lugares turísticos, pero también por aquellos que significan algo para mí. Quiero que ella conozca todo lo que ha sido mi vida aquí. Es fácil hablar con Sofy, podemos estar horas conversando sobre mi vida o la suya, compartiendo nuestras historias de infancia o adolescencia, o recordando aquel año que pasamos juntos.

Pero mientras lo hacemos, yo no puedo dejar de imaginarme a su lado, de preguntarme cuál es el sabor de sus labios o el tacto de su piel, de grabar en mi memoria aquellos pequeños gestos que recordaba como si se me hubieran escrito en la piel, aunque por mucho tiempo los hubiese olvidado. Todo sigue allí, como si no se hubiera ido nunca de mi mente, la manera en que movía las manos cuando hablaba de algo que le gustaba mucho, la forma en la que reía cuando algo le parecía simpático, aquella manera tan expresiva de levantar las cejas cuando contaba algo que le parecía extraordinario. Sofía era y sigue siendo la chica que puso mi mundo en orden, incluso cuando yo ya no formaba parte de ese mundo.

Por eso es todo tan raro y cuando nos despedimos esa noche, me siento extraño, y no precisamente de forma positiva.

Cuando ella está a mi lado olvido todo y soy solo yo en mi esencia más íntima, el espíritu que fui a su lado, pero cuando se va, toda la realidad que nos rodea cae sobre mí como si fueran pesadas bolsas de cemento.

No soy el chico que fui antes de ella, por suerte.

No soy tampoco el que fui cuando estaba con ella, porque por más que así me sienta cuando estamos juntos, he vivido una vida en la que he construido cosas de las cuales ella no forma parte.

Y tampoco me siento ese hombre que creía que era. Ese que pensaba que lo tenía todo muy claro luego de una larga recuperación. Mis objetivos eran ser una buena persona, hacer bien las cosas, amar a mi mujer y formar una familia.

Y era un hipócrita, porque cuando estaba con Sofía no pensaba en Malena, y cuando estaba con Malena, muchas veces también pensaba en Sofía. ¿Qué era lo que estaba haciendo entonces? Volvía a jugar con Malena como ya lo había hecho antes y ella me había perdonado en millones de ocasiones, volvía a no darle el lugar que merecía, volvía a dejarla de lado, en resumen, volvía a cometer errores que creía ya no formaban parte de mí.

Y ¿cómo me hacía sentir todo eso?

Mal, no como una buena persona.

Sin embargo, no podía negarme a pasar esos escasos días con ella, a descubrirla, a escucharla una vez más. Me sentía como una persona a punto de morir pidiendo su último deseo.

Ella era mi último deseo, lo había sido antes, cuando estuve a punto de morir en verdad. Ahora lograba comprender que aquel sueño que se repetía en mi mente cada noche no era un sueño, era algo que viví, un momento clave en el cual elegí volver a la vida por ella. Pero ¿por qué se me permitió hacerlo si iba a olvidarla? ¿Por qué no la recordé antes y la busqué?

Todos esos pensamientos revolotean mi mente y me hacen transitar por miles de estados de ánimo que no sé manejar. Me enfado conmigo mismo por no haberla recordado antes, me enfado también por mentirle a Malena, me enfado con Sofy porque no me buscó y me dijo todo esto que yo no sabía. Me enfado también por todo el tiempo que dejé ir y que ella creyó que estaba muerto, por haberla hecho sufrir cuando no era así... No sé cómo manejar todo esto, no sé cómo ordenarlo.

Lo único que sé es que no voy a dejar que estos sentimientos empañen los días que estaremos juntos, ya fueron demasiado los que hemos estado separados y nos merecemos este paréntesis en el cual nos hemos vuelto a encontrar.

Lo único que sé es que no voy a dejar que estos sentimientos empañen los días que estaremos juntos, ya fueron demasiado los que hemos estado separados y nos merecemos este paréntesis en el cual nos hemos vuelto a encontrar

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