34. Te amo (Agustín)

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Al llegar a la clínica ella prepara el sofá cama en el que duerme a mi lado cada noche, coloca las sábanas que dejó Martha y se acuesta, entonces fija la vista sobre mi cuerpo y se vuelve a levantar

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Al llegar a la clínica ella prepara el sofá cama en el que duerme a mi lado cada noche, coloca las sábanas que dejó Martha y se acuesta, entonces fija la vista sobre mi cuerpo y se vuelve a levantar.

Se acerca con cuidado y me observa de cerca.

—Hay una lágrima, cae de tu ojo —dice y la seca con cuidado.

Siento algo cuando lo hace y me llevo la mano al rostro.

—¿Lo has sentido? —pregunta.

Asiento.

Entonces ella me mira y una sonrisa divertida se forma en sus labios.

—¿Qué piensas hacer? Reconozco esa sonrisa...

Empuja un poco mi cuerpo, aunque no logra gran cosa, y se mete a la cama.

—Ojalá pudiera abrazarte —digo y ella no responde, pero no deja de mirarme.

Sus manos entonces bajan un poco la sábana y sus dedos recorren mi pecho desnudo y cargado de cables conectados.

—Pruebo mis efectos sobre ti —dice orgullosa. Me acerco un poco más y la veo acariciar mi cuerpo.

—Me gusta tu piel... —susurra—, es suave...

Entonces se incorpora para mirar mi rostro, acaricia mi mejilla, desliza sus dedos por mis pestañas y levanta uno de mis párpados para mirar mis ojos perdidos en la nada, lo deja caer de nuevo y sonríe con diversión.

—Ese es mi color favorito, el verde de tus ojos —añade.

Entonces besa mi mejilla, lo hace con suavidad, como si con sus labios me pudieran dañar.

—¿Qué sientes? —pregunta.

—Pequeños toques... como si... como si tuviera calambres en las zonas donde tocas...

Ella desliza su índice para dibujar mis labios pálidos.

—¿Puedo? —pregunta.

No respondo, y ella se acerca y planta un tierno beso sobre el labio inferior y luego sobre el superior. Llevo mis manos a mi boca al sentir el cosquilleo y sonrío.

—Ojalá pudiera despertar ahora mismo.

—¿Qué harías? —inquiere con diversión mientras se acurruca a mi costado.

—Besarte, como loco, enredaría mi lengua con la tuya como si pudiera beberte, comerte... Mordería esos labios que me gustan tanto... Sujetaría tu rostro con mis dos manos y besaría cada milímetro de él, tus pestañas me harían cosquillas en los labios... Besaría tus ojos, mordería tu nariz... Mis dedos se perderían en tus cabellos y lograría estremecerte hasta el cuero cabelludo.

—Espero que me beses así alguna vez —sonríe sonrojada—. Creo que estar cerca de tu cuerpo te despierta un lado terrenal bastante interesante —añade.

—Yo creo que te lo despierta a ti —digo con una sonrisa.

—Puede... —responde y sigue acariciando mi pecho mientras baja sus dedos hasta mi ombligo.

—Siento como cosquillas —digo y ella sonríe.

—Todavía estás aquí —susurra—, tienes conexión con tu cuerpo...

—Tú despiertas hasta a los muertos —bromeo y ella niega.

Nuestra dinámica comienza a ser la de siempre y eso me hace sentir bien, me siento a su lado en la cama, mientras ella sigue revisando mis brazos, mis manos, mi cuello. Mordisquea el lóbulo de mi oreja derecha y yo me estremezco.

—¿Te gusta?

—Sí... aunque es raro...

—Ya quedamos que raro es nuestro segundo nombre —dice y me mira—. Soy Sofía Rara, y tú Agustín Raro... somos el señor y la señora Raros.

Yo sonrío.

—Me gustas...

—Y tú a mí... ¿Qué más me harías si pudieras despertar? —pregunta con una mirada pícara.

—No querrás saber.

—Sí quiero... cuéntame...

—Bueno... primero iría a bañarme —digo y ella se echa a reír—, me sacaría ese pañal horrible y te volverías loca cuando vieras lo que duerme allí.

Ella se echa a reír con más fuerza.

—Vaya... cuanto más te acercas a tu cuerpo, más terrenal te vuelves.

—Y te gusta, ¿no?

—Un poco... —responde.

Me acerco entonces a ella y le susurro al oído.

—Lo que sea que te hice en sueños aquella vez, no tiene ni pizca de comparación a lo que podría hacerte si despertara...

—Uf... creo que siento calor —dice y se sonroja—, y no es el mismo calor que siento cuando unimos nuestras manos o nos abrazamos...

—Imagínate lo perfecto que sería mezclar esos dos calores —digo pensativo—. Creo que eso es a lo que te referías cuando lo hablamos...

—Una unión perfecta entre cuerpo y alma —dice y yo asiento.

—Ahora puedo comprenderlo... y solo imaginarlo me vuela la mente...

Ella sonríe y besa de nuevo mi mejilla y mis labios antes de acurrucarse de nuevo y cerrar los ojos.

—Buenas noches, Agus...

—Descansa, Sofy...

Y se duerme, y yo la observo pegada a mi cuerpo, y deseo con todo lo que soy poder regresar para sentirla, aunque solo fuera por una vez... por un segundo... por un instante...

Me acerco y paso mi mano por su frente.

—Te amo... 

Quiero terminar esta historia para los wattys, espero lograrlo :)

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