Al llegar a la universidad, voy directo a mi clase, el profesor llega justo detrás de mí e ingresa. Cada uno elige un sitio y todos hacemos silencio.
El profesor comienza a hablar del código penal y no sé qué.
—Qué aburrido —se queja Agustín y yo lo miro con mala cara porque me distrae—. ¿Cómo lo aguantas? —continúa.
Tomo el lápiz y escribo en mi cuaderno:
«¡Cállate!»
Pasan un par de minutos más y él vuelve a hablar.
—Tengo una idea, toma tu lápiz y ponlo sobre la hoja —dice.
Yo lo pienso, pero al final lo hago.
—Afloja la mano —pide y yo lo hago.
Mi mano comienza a moverse al tiempo que siento un fuerte calor alrededor de ella, la letra que aparece sobre el papel es temblorosa e imprecisa.
A B U R R I D O
Sonrío.
Cuando siento que la energía sobre mi mano derecha se dispersa vuelvo a escribir.
«No todo en la vida debe ser divertido».
Vuelvo dejar mi mano a su disposición para que él conteste.
LA VIDA ES CORTA
Escribe.
—La sabiduría de la muerte —murmura y yo sonrío.
Ahora es mi turno de escribir:
«Si no atiendo la clase no sabré qué poner en el examen de la semana que viene».
Vuelvo a dejar mi mano laxa para que él escriba lo que desea y entonces aparece una raya vertical, luego otra en paralelo y dos más en horizontal atravesándolas, quiere jugar al TA TE TI.
—¿En serio? —susurro sin hablar, él se encoje de hombros y así comenzamos la primera de las cinco partidas antes de que el profesor me llame por mi apellido y me pregunte si qué me da tanta risa.
—Sí que eres rara —dice Agustín al tiempo que ríe porque tengo la cara hecha un tomate ante la vergüenza que me hizo pasar el profesor.
Salimos al receso y voy a comprar algo para comer y luego hasta la escalera donde suelo quedarme.
—¿No tienes amigos? —inquiere.
Traigo el auricular puesto por lo que cualquiera puede pensar que estoy en una llamada.
—No...
—Vaya... ¿Y eso?
—Cosas de la vida...
Mi mirada se pierde en un chico, se llama Mateo y es guapísimo, viene por el pasillo concentrado en su teléfono celular.
—¿Te gusta ese? —pregunta.
—Es guapo —respondo—, pero no soy buena con los chicos... ni con las chicas... no soy buena con la gente, en general —añado.
—¿Por?
—No lo sé... ¿miedo?
—¿No tienes miedo de los fantasmas, pero sí de un chico? —inquiere.
—Ajá... algo así.
—Tengo una idea...
—Tus ideas me asustan —respondo y él sonríe.
—Tú me ayudas a cruzar al otro lado y yo te ayudo con los chicos —dice y yo sonrío.
—¿Cómo lo harás? —pregunto con curiosidad.
—Cuando pase por aquí solo salúdale, no puede pasar nada malo...
—¿Estás loco? No lo voy a hacer —digo y niego con rotundidad.
—¿Qué podría suceder?
—No, soy malísima socializando, no sé qué decir, me pongo nerviosa y... se me colorean las mejillas... No y no.
Mateo está a solo dos pasos cuando Agustín se acerca a él y empuja sus libros, estos caen al suelo en el instante.
—¡Encima te regalo una escena como de película cliché de adolescente! —exclama divertido.
Yo lo quiero matar, pero ya está muerto, así que solo me queda mirarlo como si pudiera arrojarle un rayo demoledor de espíritus chocarreros.
—Perdón —dice Mateo avergonzado, supongo que no tiene idea de qué ha sucedido el pobre.
—No te preocupes —respondo e intento ayudarlo.
Trae un montón de afiches y me apresuro a juntarlos.
—Sofía, ¿verdad? —pregunta.
—¡Hasta se sabe tu nombre! —exclama Agustín.
—Sí... ¿Tú? —respondo como si fingiera no conocerlo.
—Mateo, Mateo Pratt —se presenta.
—Un gusto, Mateo —digo y Agustín se hecha a reír.
—In gisto, Matio —Me remeda divertido—. Las mujeres son todas iguales —añade.
Le paso a Mateo los afiches que junté y él sonríe.
—¿Vas a ir? —inquiere.
—¿A dónde?
—A la fiesta... —Señala el afiche—. Es la fiesta de bienvenida, será en mi casa.
—No sabía —digo y me encojo de hombros—. ¿Quieres que vaya?
Me golpeo mentalmente la cabeza después de decir eso y Agustín se carcajea.
—Eres muy mala, de verdad que eres mala con los chicos —añade.
Quiero gruñirle y pegarle por ponerme en esta situación, pero finjo sonreír y obviar que la cara se me ha pintado del color del tomate.
—Bueno... me gustaría —responde Mateo y mi corazón da un brinco—. ¿Nos vemos?
—Sí... claro...
Me pasa un afiche, me señala la dirección y se marcha.
—¡Bien! ¡A pesar de que apestas flirteando, el chico parece interesado!
—Me las vas a pagar, Gasparín —digo y él se echa a reír.
Lo ignoro, recojo mis libros y voy a la siguiente clase sin poder quitarme de la mente las palabras de Mateo.
Bueno, sé que el TATETI tiene montón de denominaciones según los países, pero creo que se ha entendido. Me he divertido cuando escribí este cap :)
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INTANGIBLE
RomansSofía tiene un don heredado de su abuela, puede ver a los espíritus de las personas fallecidas y comunicarse con ellos. Es médium, pero odia serlo, por lo que ha ignorado esa parte de tu vida y finge vivir una vida normal. Agustín está en un sitio...