Me despierto cerca de las nueve y me doy un baño, ha pasado una semana desde la muerte de la abuela y Amelia ha decidido que es suficiente tiempo para volver a abrir su local. Ella tiene una pequeña cafetería literaria en la esquina de su casa y yo trabajo allí desde que he cumplido la mayoría de edad. Ayudarla en el Cafetario me permite juntar dinero para pagar mis gastos personales y seguir estudiando en la universidad, todo eso además de disfrutar el exquisito aroma del café junto con el del papel de los libros, los dos aromas más perfectos del mundo.
Me pongo una falda larga llena de flores y una blusa verde oscuro, ordeno mi cabello con una bandana y cuelgo por mi espalda mi mochila amarilla con los libros y cuadernos que llevaré a la universidad a la tarde. Me miro al espejo y me encojo de hombros.
Hubo una época en la que deseé ser normal, vestirme igual al resto, tener el cuerpo similar al de mis compañeras, pasar desapercibida entre todos... pero es algo que no se me da bien. Me gusta combinar colores que a la mayoría le parecen incombinables, adornarme el pelo con bandanas o mariposas, quizá con alguna cinta. Me encanta usar faldas largas con zapatillas deportivas y ropa holgada. Según Amelia, me visto como una niña de cinco años, según mamá lo importante es que me sienta bien conmigo misma, según mi otra hermana, Mariana, lo que de verdad quiero es llamar la atención porque no me acepto como soy.
Algo de razón tiene, Mariana, no me acepto como soy, nunca lo he hecho. Pero eso no tiene nada que ver con los colores de mi ropa, la única realidad al respecto es que la ropa para mí no es más que un objeto que debe cumplir una función, la de vestirme y protegerme del frío o del calor. ¿Qué me importa si combina o no? ¿Qué me importa si le agrada al resto de las personas? Lo de la aceptación tiene más que ver con que odio tener este don que me hace ser diferente al resto, y, como mi familia desea que yo lo acepte y lo practique, al final, termino sintiendo que no soy lo suficientemente buena por no querer hacerlo, por negarlo, por tratar de evadirme de algo.
En fin, salgo sin desayunar con camino al Cafetario ya que amo sentarme allí a tomar un café y mirar la vida pasar por la ventana. Y cuando me refiero a la vida, me refiero a todas los niveles de vidas, las de este lado y las del otro.
—¡Buenos días, Sofy! —saluda mi hermana al verme entrar. Es tan hermosa, su cabello es rubio ceniza y, a diferencia de mis greñas, ella lo trae lleno de rizos perfectos y largo casi hasta la cintura, es alta y delgada, sus facciones son delicadas y su voz suave va en armonía con todo su ser.
—Hola, Amelia —digo y le doy un beso en la mejilla—. ¿Has desayunado ya?
—Sí, tengo que salir a hacer compras —dice y sonríe—, pero te puedes servir lo que desees, no abriremos hasta dentro de un par de horas porque debo adquirir algunos insumos. Estaré de regreso en un rato.
—Perfecto —respondo.
Paso tras la barra y dejo mi mochila en el perchero. Busco mi taza favorita y me dispongo a encender la cafetera. Coloco el agua y el café y una vez que la máquina comienza a andar aspiro ese aroma que tanto me encanta.
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INTANGIBLE
RomanceSofía tiene un don heredado de su abuela, puede ver a los espíritus de las personas fallecidas y comunicarse con ellos. Es médium, pero odia serlo, por lo que ha ignorado esa parte de tu vida y finge vivir una vida normal. Agustín está en un sitio...