13. Fiesta (Sofía)

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Llegamos a la fiesta luego de un rato, apenas pongo un pie en la entrada estoy segura de que ha sido un error

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Llegamos a la fiesta luego de un rato, apenas pongo un pie en la entrada estoy segura de que ha sido un error.

—Deberíamos regresar —susurro.

—Ni lo sueñes —añade y me empuja, puedo sentir un ligero tirón hacia adelante.

—Vaya, estás mejorando —digo y él asiente orgulloso.

—Lo que harás es ir a saludar a Mateo, lo mirarás de manera seductora, te morderás el labio inferior mientras enrollas tu cabello con el dedo índice.

—¡Qué cliché! —me quejo y una chica voltea a mirarme.

—Trata de que nadie note que hablas con un fantasma —dice Agustín y yo bufo contrariada—, no creo que eso resulte sexy...

—Intentar ser normal... Llevo tratando de hacerlo sin éxito toda la vida —añado en un susurro.

—Allá está —señala al objetivo—. Acércate.

Cargo de aire mis pulmones para tomar coraje y luego doy dos pasos, entonces me detengo de golpe y murmuro apenas.

—¿Qué es lo que quiero lograr? —inquiero.

—No lo sé, que te saque a bailar, un par de besos, alguna mano apretándote las nalgas y, si no quieres llegar a más, un poco de fricción contra su...

—¡Aggh! —me quejo y vuelvo a caminar—. No entiendo por qué lo hago —añado, pero no me detengo.

Llego a Mateo y no necesito decir nada, es él quien se acerca y me saluda. Me presenta a los chicos con los que está y luego me invita a tomar algo.

Vamos hasta la barra y comenzamos a hablar, me pregunta sobre la carrera, me cuenta que él estudia Economía y que trabaja con su tío. El rato se me pasa rápido y cada tanto miro a Agustín, que una vez que notó que podía seguir sola, decidió pasearse entre la gente.

Me pregunto cómo se habrá visto en vida, si sería igual a como yo lo veo. Supongo que sí, pero de todas maneras me agradaría verlo, mis pensamientos divagan sobre de dónde será o cómo habrá sido su personalidad cuando era un chico como cualquiera de los que está aquí esta noche.

—¿Sofy? —pregunta Mateo.

—¿Qué? —inquiero despistada.

—Que si quieres bailar...

—Ah... sí... —respondo.

Me guía hasta la pista donde ya hay unas cuantas parejas meneándose al compás de las melodías de moda, comenzamos a bailar y, de pronto, me encuentro a gusto y distendida, él ha ido a traer un par de cervezas, por lo que bailo sola en lo que regresa.

—¿Quieres bailar? —Agustín se aparece entre la gente.

—Es lo que hago —susurro.

—La gente no me respeta, me pisan y se me ponen encima —se queja y yo pongo los ojos en blanco.

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