24. Italia (Agustín)

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Es una noche extraña, me concentro en sacar canciones con la guitarra o en leer algún libro, pero solo puedo pensar en ella y en que estará haciendo en la costa

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Es una noche extraña, me concentro en sacar canciones con la guitarra o en leer algún libro, pero solo puedo pensar en ella y en que estará haciendo en la costa. Quería tanto ir a ese sitio, estoy seguro de que iba al mar...

Me dejo llevar por la música y comienzo a cantar canciones que no recordaba, fluyen a través de mis manos y mi voz, y una sensación enorme se aglutina en mi interior, siento como si fuera una bomba que está a punto de estallar.

Entonces sale una canción, no está en español sino en italiano...

La canto sin ningún problema, la entiendo a la perfección.

Y me recuerda a ella, me recuerda a nosotros.

Entonces lo sé, no era el océano en sí, era la costa del pequeño pueblo de Lacián, era ese lugar al que yo iba, tomé un avión desde Italia... Mi casa está en Italia, pero nací aquí... Mis pensamientos entonces cambian de idioma y comienzo a pensar en italiano.

Iba a buscar la playa que recuerdo de niño, el sitio en que nací y en el cual pasaba las tardes con mi madre justo antes de me subiera a un avión y atravesáramos el océano para llevarme a vivir a la casa de su hermano. Yo quería ir a esa playa, quería pararme frente al mar como cuando era pequeño y preguntarle al viento en quién me había convertido.

Las lágrimas se derraman por mis ojos cuando lo comprendo. Estaba perdido, agotado y agobiado, cansado de una vida en la que siempre me sentí excluido y rechazado, cargado del rencor que crecía en mi interior y se me enredaba en el alma como una planta trepadora. Conseguí un pasaje para venir a este país y luego compré una moto para llegar en ella hasta Lacián y sus playas, estaba seguro de que allí me encontraría con el niño que se rompió en mi interior y lograría reconstruir mis piezas. No me gustaba ser esa persona, quería ser diferente, quería ser mejor.

Intento recordar más, pero ya no fluye, es como si alguien hubiera cerrado una llave y los recuerdos dejaran de salir.

Suspiro. Y cuando digo que suspiro, en realidad lo hago, como si todavía respirara. A veces siento que respiro...

Estoy lejos de Italia.

Me pregunto si puedo ir a mi casa, ver qué sucede, pero no quiero hacerlo. Sé que no era feliz y no tengo ganas de revivir nada, con la sensación en mi interior es suficiente para mí.

Pienso en ella, en Sofy, me pregunto si mi vida hubiese sido distinta si mi madre nunca me hubiese dejado en Italia al cuidado de mi tío y su mujer. ¿Habría sido la misma persona? ¿Habría sido más o menos feliz? ¿Podría haberla conocido o cruzarme con ella en la costa?

De pronto me abruma la tristeza por la inminente partida, otro cuarto del polvo de mi reloj ha caído ya, el verano se asoma y mi partida está cada vez más cerca. No he avanzado demasiado, tengo más recuerdos, pero sigo sin saber cuál es mi misión o qué debo hacer para atravesar. Me planteo los últimos meses que me quedan, ¿qué más puedo hacer?

No quiero ir a Italia ni por un segundo, quiero quedarme aquí con Sofy, ella es lo único que vale la pena de todo esto, y no quiero irme enfadado con ella, no quiero cruzar hacia la luz sin decirle y hacerle sentir lo mucho que vale para mí, lo importante que es y lo mucho que la quiero.

Debo hablarle, explicarle mis motivos, sincerarme con ella, no me gusta que crea que me aburro a su lado o que me quiero alejar cuando lo único que en realidad me gustaría, sería poder quedarme... 

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