El otoño llegó y me siento igual que el árbol que estoy observando, desnudo, sin hojas, muerto... Mi cuerpo ya no aguanta y le he escuchado al médico decirle a la enfermera que no me queda mucho tiempo.
No hace falta que me lo recuerden, yo mismo lo sé. Tres cuartas partes del polvo que estaba en el reloj ya han caído, y cuando llegue el invierno, el fin será inminente.
Sofía y yo estamos más alejados que nunca, ni siquiera cuando la conocí recién he estado tan lejos de ella. Estoy enfadado por su empeño en traer a mi familia, se ha comunicado con Malena y Renzo, y tanto ellos dos como Filippo y mi tío, vienen en camino.
Ha gastado todo su dinero en alquilar una ambulancia para trasladarme a la capital en un hospital público de mejor atención, pero no hay nada que nadie pueda hacer ni aquí, ni allá. Hubiese preferido morir en el anonimato en aquel pueblo al lado del mar, pero no, ahora estoy aquí, atrapado en otro hospital, a punto de que mis primos y mi amiga me vean en este estado.
Sé que Sofía ha hecho todo lo que puede, Jorge y Clara no la han dejado sola desde que ha regresado, se turnan para hacerle compañía y darle apoyo, también Mariana, Amelia y su madre le están dando contención. Todos, menos Jorge, creen que soy un chico al que conoció por internet y que casi al terminar el verano, tuve un accidente. Eso también le dijo a Malena y a mis primos, era lo más lógico y creíble.
Jorge le ha estado hablando mucho, yo a veces escucho sus conversaciones sin intervenir, él insiste en que ella debe seguir con su vida y que no puede ponerse en pausa por mí. Sé que su intención es buena e incluso estoy de acuerdo con él, pero me duele, me duele demasiado. Él le dice que yo puedo estar así días o meses, incluso años, y que ella no puede solo sentarse a esperar, y sé que sus consejos son acertados, pero ella solo llora y se lamenta por no poder hacer más.
El corazón de Sofía es inmenso, ha dejado todo por mí, y eso me hace sentir más culpable, porque cuando comenzamos a hacernos amigos, yo le insistía que dejara de vivir por y para los demás y fuera ella misma. Ahora, resulta que soy yo quien se lo impide y eso también me duele.
Me duele porque la amo, estoy enamorado de ella como sé que nunca lo he estado, pero ¿qué puedo ofrecerle? No puedo prometerle volver a mi cuerpo porque no depende de mí, y no solo eso, no sé siquiera si puedo hacerlo. ¿Para qué querría que volviera si a lo mejor ni la recuerdo? ¿Y si regreso y solo soy un estorbo que no es capaz de ir al baño por su propia cuenta? ¿La ataría a cuidar a un vegetal de por vida por un amor que jamás ha sido tangible?
No, no quiero eso para ella, quiero que se olvide de mí, que me deje morir en paz, que me suelte, quiero verla feliz, y aunque me gustaría reír con ella como solíamos hacerlo, soy consciente de que lo nuestro es imposible y de que cuanto más lo alargamos, más daño nos hacemos.
Paso mucho tiempo solo, desde que regresamos, ella se ha mudado a lo de su abuela. Su madre está enfadada también, le dice que ella no tiene por qué encargarse de alguien a quien acaba de conocer, en cierta forma tiene razón, pero solo hace que Sofy se sienta más sola. Mariana y Amelia no le dicen nada, solo la acompañan, aunque yo sé que hablan entre ellas y la compadecen, pues no ven un buen futuro si todo sigue así.
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INTANGIBLE
RomanceSofía tiene un don heredado de su abuela, puede ver a los espíritus de las personas fallecidas y comunicarse con ellos. Es médium, pero odia serlo, por lo que ha ignorado esa parte de tu vida y finge vivir una vida normal. Agustín está en un sitio...