50. La vida (Sofía)

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Ante su pregunta me quedo pensativa

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Ante su pregunta me quedo pensativa.

—Bueno, creo que tu paso por mi vida significó mucho para mí —admito—, mucho más que el amor que sentía —añado—. El dolor fue intenso por un buen tiempo, pero también tuve ayuda para recuperarme, Clara y Jorge, ¿los recuerdas?

—Sí...

—Y Amelia —añado—. También mi madre y mi otra hermana, aunque no sabían que me había enamorado de un espíritu.

—Oh...

—Dejé la carrera y comencé Diseño. Me convalidaron algunas materias y aceleré otras. Me queda poco para acabar y estoy empezando a trabajar en mi tesis. Trabajo por mi cuenta, por cierto, ¿cómo sabías dónde trabajaba? —pregunto.

—Fui temprano al Cafetario y le pedí a Amelia que me dijera dónde localizarte, se negó diciendo que no podía darme información sin tu permiso, le dije que me quedaría allí hasta que regresaras. Supongo que se cansó de tenerme cerca —responde con una sonrisa satisfecha.

Yo asiento.

—Podías ser muy intenso, lo recuerdo —digo y él asiente.

—Hay cosas que no cambian...

Los dos sonreímos y luego continúo.

—Encontré un norte para mi vida, me adueñé de ella. Jorge fue mi apoyo y me ayudó a comprender que tenía que sacar el lado bueno de la experiencia. Tú me habías transformado, me habías ayudado a creer en mí misma, a perseguir mis sueños, a aceptarme con mis «rarezas» y a que no me importe lo que el mundo piensa de mí. Y era cierto, cuando yo dejé de aislarme y sentirme extraña, la gente comenzó a incluirme. Ahora tres veces por semana pinto en el Cafetario, y cuando me refiero a pintar digo que le regalo a las personas la oportunidad de retratarse junto a alguien que ya se fue...

—Vaya...

—Había sido idea tuya, ¿lo recuerdas?

Él asiente y sonríe con orgullo.

—El resto de mis días trabajo y estudio...

—¿Estás en pareja? —inquiere y yo asiento.

—Estoy con Jorge...

—Comprendo —dice y suspira—, era un buen chico y te quiere bien...

—Sí... y yo a él —digo más que nada para convencerme. Lo quiero sí, pero en este mismo instante me siento confusa.

Nos miramos con intensidad, como si intentáramos leer más allá de lo que decimos. Él busca en mis ojos y yo en los suyos. Siento como si una docena de estrellas nos envolvieran en este momento, como si burbujas coloridas explotaran a nuestro alrededor.

—Bueno, Agus... Ya has venido, ya has recordado, ya hemos hablado y me has agradecido. Creo que ahora estaremos en paz... Deberías volver con Malena...

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