Británico

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Atenea

En el avión no puedo dormir nada, pues no me siento segura, y es que ultima vez que estuve sola con estos tres no la pase nada bien, y gracias a eso mismo me encuentro aquí nuevamente.

Estoy con el chino, y me encuentro tan aburrida que me dedico a mirarlo.

Tiene unos ojos muy lindos, oscuros y de ellos desprenden mucha maldad, unos labios gruesos, pero tampoco tanto, nariz un poco ancha, pero todo está muy bien proporcionado, si no fuera tan hueon.

Me mira con diversión, me pillo mirándolo atentamente, se para y camina hacia mi, es alto este desgraciado, bueno, todos al lado mio lo son, los seis creo que se diferencian de unos centímetros miserables.

- ¿Qué me observas tanto mocosa? -

-No creo que tengamos tanta diferencia de edad, debes tener unos veinticuatro...-

Mi comentario le causa gracia, tanto asi para mostrar una perfecta dentadura y creo que es la sonrisa más linda que he visto.

-Pero que halagadora eres niñita, lo siento decirlo, pero estas completamente equivocada, gracias eso sí, me subiste el ego. -

- ¿Cuántos años tienes? -

-Treinta. –

Mierda

-Que anciano, ¿ya te tomas la pastilla azul? -

-Siempre sale de tema mi pene en nuestras conversaciones, siento que me estás dando una indirecta Atenea...-

-Qué asco, no me malinterpretes, solo estoy aburrida, no desesperada. -

-Te vas aburrir si sigues con esas resistencias, no creas que no sé lo que paso entre tú y Christoph, no eres tan leal como deberías serlo pequeña. –

- ¿Christoph? -

-El alemán, vaya que bruta. –

- Las cosas que haga yo con mi vagina no te importan, si me da la gana me envuelvo con el los seis y no tienes el derecho de opinar, soy una mujer libre de hacer y deshacer como me dé la perra gana, y ni tu ni nadie tiene por que abrir su maldita boca, ustedes entierran el pene donde les da la gana y nadie les dice nada, yo presto el culo y nadie debería decirme nada tampoco, ¿comprendes bruto? –

-Que boca que te gastas –

-Asi hablamos las señoritas, espero no perturbarte. –

-Claro que no...-

Me quedo mirando hacia afuera con muchas cosas pasando por mi mente, ni siento cuando en la habitación ya no somos dos sino cuatro, pero me percato al sentir una molesta voz a mi lado.

- ¿En qué piensa su alteza? -

-Que te importa británico, deja de joder y vete para otro lado. –

-Te vas a tener que acostumbrar Atenea, además me dejaste con unas cosas pendientes por decir el día en el que te fui a visitar, estabas más preocupada de la niñita de Alexander. –

-Niñita? ¿Lo dices porque estaba triste? -

-Un débil de mierda se presenta ante una mujer en ese estado-

-Oooh no te equivoques inglés, estoy seguro que para ser como esa "niñita" te falta mucho, créeme que aquel débil que viste en el hospital me hace gritar a los cuatro vientos su nombre mientras me la mete hasta el fondo, cosa que tu ni ninguno de este cuarto podría hacer, pongo las manos al fuego que en vez de gemidos lo que me sacarían serian risas...-

- ¿Te interesa comprobar que estas equivocada? –

-No estoy equivocada, ni me interesa ver sus mierdas flácidas, gracias, pero no. –

DIOSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora