Cámaras

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Atenea

Abro mis ojos, lo primero que veo a seis personas que me hicieron mierda mis sentimientos y perdieron tiempo de su vida como yo lo hice con la mía. Luego veo a mi rubio ángel que espera a un costado, mirándome de una manera muy preocupada y recuerdo que él fue quien me hablo antes de rendirme en aquel lugar.

-Principessa yo...- observo al italiano y lo dejo completamente callado. Si las miradas mataran...

-Atenea, ¿Cómo te sientes? – pregunta Odell.

-Asquerosa, quiero irme de aquí. –

-Lo harás, solo debes descansar unos días y luego estarán en China. –

-No rubio, me quedaré en mi antiguo apartamento en Londres. –

-Amor, pero...-

-Buenas tardes. – entra el doctor en el momento preciso.

-Buenas tardes. –

- ¿Cómo estás Atenea? –

-Esperando la venida de Cristo...-

Me mira un poco incómodo y solo atino a preguntar por qué aun no me voy.

-Doctor...- miro el nombre que esta estampado en su delantal – ...Javier, necesito irme, entiendo que tuve un episodio un poco complicado y.... sangriento. Pero no creo que un simple desmayo sea tan grave. –

-Eh... bueno. Señorita me gustaría hablar con usted en privado, si no es mucha molestia. –

-Lo que tenga que decir dígalo ya. – interrumpe el turco.

-Es mejor que sea rápido. – le aseguro al señor.

-Por lo que puedo deducir, usted no estaba al tanto de su estado. – los siete lo miramos sin entender una mierda.

-Hable claro. –

-Señorita Aldunate, usted tenía seis semanas de embarazo, pero al tener un estímulo tan fuerte, lamentablemente perdió a su bebé. -




Alexander

Verla negar con la cabeza como si no quisiera creer que por nuestra culpa perdió a su hijo es algo que nunca podré olvidar.

Sentir que la luz de mi vida se apaga es lo que no me perdonare.

Años, años dentro de la organización luchando con grandes enemigos, para que venga una perra asquerosa y nos haga lo que le vino en gana es lo que me acojona.

Saber que se burló de nosotros y daño a Atenea hasta matar una parte de ella me hace querer que reviva y matarla nuevamente.

Y las ganas de abrazar a mi mujer me están torturando, pero sé que en estos momentos nos quiere muertos.

Siempre soñé con ser padre, poder tener frutos de un amor incondicional, como el que experimento con ella.

Pero nada será igual, con lo que vio, ni con mil demostraciones de que la amamos y tenemos ojos solo para ella nos creerá.

Odell se acerca a mi pequeña y la contiene mientras ésta solo puede mirar a la nada tocando su vientre.

-Era verdad... – susurra mi niña.

-Sí, lo era... – responde el ojiazul.

Si bien no sé de qué estarán hablando, solo puedo atinar a agachar mi cabeza y esperar que Atenea nos diga algo, no quiero dejarla sola pero tampoco quiero hablarle.

DIOSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora