7. Yo quiero...

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A la mañana siguiente, Hannah caminaba de un lado a otro en la biblioteca de su hermano, contándole algunos de los sucesos en su divertida intromisión en Camden House la noche anterior. Bueno, las cosas de las que podía hablar.

—Deberías haberlo escuchado, Dom. "Te lo prohíbo", ladró, como si eso fuera a detenerme de alguna manera.

—Como si alguien pudiera hacerlo —añadió su hermano, intercambiando una mirada divertida con su administrador, el señor Bates.

—Únicamente puedo asegurarles que sus directrices arrogantes solo agregaron combustible al fuego de mi determinación.

—Naturalmente —dijo Dominic, sacudiendo la cabeza.

—Iré a París y encontraré el artefacto robado antes que él —proclamó—. O moriré en el intento.

—Eso es bastante dramático, ¿no crees? Seguramente una búsqueda del tesoro escondido en París entre rivales jurados será más emocionante que peligroso.

—Fawler parece pensar que podría haber peligro involucrado —respondió Hannah, moviendo la mano hacia la empuñadura de la daga en una funda a su lado—. Sin embargo, nunca he huido de las dificultades.

—¿No puedes decirnos lo que vas a buscar? —inquirió Dominic.

—No puedo. Juré guardar el secreto —musitó, negando con la cabeza.

Una línea se formó entre las cejas de su hermano. —Pero llevas meses planeando esta expedición. Tu barco está listo para partir. Has contratado asistentes arqueológicos y guardias... todo está en su lugar.

—El viaje debe retrasarse. ¿Te importaría mucho ponerte en contacto con la tripulación del barco y organizar unas vacaciones pagadas hasta mi regreso? No creo que tome más de quince días.

La búsqueda del tesoro maldito, sin las pistas que se encontraban en el diario del collar de Hope no tendría sentido.

Había llegado a su teoría de una forma indirecta que la mayoría de los expertos en antigüedades podrían calificar de ingenua. Había intentado ponerse en los zapatos del escritor del diario.

Ya había leído las páginas que ella poseía docenas de veces. Había una línea sobre por qué lo habrían escondido en Grecia o Roma, y solo si juntaba la respuesta de todos los acertijos, sería capaz de encontrarlo. Lo único que sabía con certeza era que quien quiera que hubiera enterrado el tesoro no tenía la intención que lo encontraran.

Y el historiador romano, Valerio Máximo, tenía muchas teorías en sus dichos y hechos que contradecía las hipótesis de todos los lugares en los cuales se podían enterrar tesoros, ya que siempre era en lugares imposibles de creer, un templo, una casa importante o incluso en un cementerio.

Si su teoría fuera correcta, el ladrón del tesoro, creyéndose el mejor, habría insistido en enterrarlo en el lugar más improbable. Hannah había acumulado un compendio de textos, así como estelas, cartuchos y papiros, siempre buscando los nombres de los ladrones más importantes, tanto de sociedades criminales, como piratas. Y fue así, como encontró el mapa escondido entre las páginas de una obra menos conocida del historiador romano. La persona que había dibujado el mapa pensó que había descubierto el lugar del entierro de tesoro azul. Y la ubicación y el nombre del lugar encajaban con su teoría, al menos estaba casi segura de que era así. No podía arriesgarse a pedirle a nadie que la ayudara a verificar la traducción del nombre del lugar. Necesitaba mantener sus suposiciones en secreto por ahora. Debía examinar personalmente los escritos del diario de Hope original.

—Debe ser un artefacto importante si vas a renunciar a un viaje que vienes preparando desde hace mucho —señaló Dominic.

—Tal vez no se trata del premio, su gracia —dijo el señor Bates—. Podría tratarse de vencer al barón Fawler.

La Misión del BarónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora