Fawler contó cinco combatientes enemigos, aunque podría haber más hombres en ese bosquecillo cercano. Su mente fue a ese lugar frío y eficiente para el que había sido entrenado. Matar o morir.
«Dirígete hacia abajo y atraviesa la línea enemiga».
Protegería a Hannah con su vida.
—¿Qué quieres? —preguntó al hombre enorme que los había hecho bajar del carruaje. Debia medir casi siete pies de altura.
—No te hagas el listillo —respondió él, levantando su pistola y le apuntó directamente a la cabeza—. Entrega tu arma y también el collar.
—¿Dubois decidió que no quería pagar por este al final? —preguntó, sonriente.
—Eso no es asunto tuyo —dijo el gigante con la pistola, sin confirmar o negar su pregunta.
Hannah llamó su atención. La luna brillaba en lo alto. Por una fracción de segundo se maravilló de lo hermosa que era a la luz de la luna, luego volvió a la tarea que tenía entre manos.
Cuatro hombres corpulentos y el mozo, que no era más que un niño y rondaba cerca del carruaje como si no quisiera ser partícipe de la escena violenta a punto de desarrollarse.
Fawler se estiró detrás de la espalda, pero volvió a levantar las manos cuando el hombre amartilló la pistola y apuntó a Hannah.
—Sin movimientos repentinos —gruñó el gigante.
—Estoy entregando mi arma —aseveró.
El hombre sacudió la cabeza. —Hazlo rápido entonces.
Sacó la pistola de la parte trasera de su cintura y la arrojó al suelo hacia él.
El hombre señaló con su pistola a Hannah. —¿Dónde está la perla peregrina? Ya no la veo alrededor de su bonito cuello. Dímelo o ella muere.
—Me metí el collar en el corpiño —respondió Hannah, siempre tan valiente—. Ven y encuéntralo.
La primera reacción de él fue intentar silenciarla, colocarse físicamente frente a su cuerpo y protegerla de sus atacantes.
Entonces se dio cuenta de lo que estaba haciendo.
Los hombres siempre me subestiman, le había dicho ella, en otra ocasión.
Él la había estado subestimando.
Los estaba acercando, dentro del rango de ataque. Él captó su mirada y le dio un rápido asentimiento de aliento.
—¿Por qué no intentan hacer una búsqueda, mis buenos compañeros? —dijo en francés. Quitándose la chaqueta y dejándola caer al suelo junto con el collar en el bolsillo.
Ella movió su pecho. —Tengo suficiente para los dos.
—Regístrenla y sean rápidos —dijo el hombre gigantesco con la pistola. Éste era el líder obviamente.
—No importa si lo hago lentamente —dijo su socio con una mueca desagradable que heló la sangre de Fawler.
Hannah levantó su dobladillo y posó su pierna. Captó la mirada de Fawler y le dio un guiño. La daga que estaba metida dentro de su liga.
—Y tú, registra a este en busca de más armas —dijo el gigante a su otro socio.
Dos de sus hombres se acercaron con cautela mientras su líder los cubría con su pistola.
—A mi cuenta —susurró a Hannah, entre dientes—. Espalda con espalda. Mantente bajo. Rueda al suelo.
Ella no hizo ningún movimiento, ni siquiera un tic en su ojo. Permaneció concentrada en distraer a los hombres con su cuerpo.
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La Misión del Barón
Historical FictionUn compromiso roto y años de aventuras en el extranjero, han provocado que la intrépida lady Hannah Marie Cautfield, pierda interés en el matrimonio tranquilo y convencional de la sociedad a la cual pertenece. Hasta que tiene que ir a su siguiente a...