11. ¿Que aportas?

1.3K 233 204
                                    

Los pensamientos de Hannah rebotaron entre el auto-castigo y la extraña sensación de que lo que había sucedido había sido de alguna manera inevitable, como si todas sus discusiones y confrontaciones pasadas se hubieran intensificado hasta este momento de ajuste de cuentas.

  Fawler caminaba a su lado, acortando sus largas zancadas para que coincidieran con su forma de andar, con una expresión de preocupación tirando de las comisuras de su boca.

  —Ya he hecho arreglos para un autocar privado a Dover. —Afirmó él. Perfecto, todo era negocio ahora—. Desde allí iremos en barco de vapor a Calais.

  —He viajado a París antes. Soy una viajera experimentada. Lo que quiero saber es esto: ¿Qué habilidades traes a esta misión además del hecho de que naciste hombre? —cuestionó ella con el tono más serio que encontró.

  —¿Hablas en serio?

Se pasó la mano por el cabello, dejando unos mechones marrón claro que sobresalían hacia arriba, lo que de alguna manera solo sirvió para hacerlo más devastadoramente atractivo.

  —Muy en serio. —Continúo ella.

  —Bueno, en primer lugar, pertenezco a la nobleza.

  —Eso no es una habilidad.

  —Es una entrada a la sociedad parisina, tanto a la alta como a la baja.

  —¿Eso es todo? ¿Eres un lord? Yo soy la hija de un duque.

  —Conoces mis habilidades. Soy un famoso cazador y coleccionista de antigüedades.

  —Infame. Si me lo preguntas a mí.

  —Precisamente. Soy infame por mi búsqueda resuelta del placer y el tesoro.

  —No son realmente las habilidades que busco en un socio comercial. ¿Serás de alguna utilidad en una emboscada sorpresa?

  Hizo un puño que parecía como si pudiera atravesar una pared de ladrillos. —¿Esto responde a tu pregunta?

  —¿Qué pasa si tu oponente tiene una espada y está a sólo centímetros de ti?

  —Esta es toda el arma que he necesitado. Estos... —respondió flexionando los músculos de sus brazos—. Y esto, guiñó uno de sus ojos azules debajo de cejas gruesas y claras iluminadas con una malvada promesa. Su mirada ardiente casi incineró el vestido de su cuerpo.

  Hannah respiró temblorosamente. —Se serio. Los ojos de alcoba no te van a defender de un ratero en un callejón oscuro. Te dedicas demasiado a holgazanear en casas de mala reputación. Tus brazos pueden ser... músculo sólido... pero es la práctica la que desarrolla los reflejos necesarios para defenderse de los ataques sorpresa. No vamos a una excavación normal. Tenemos que buscar entre criminales, que no estarán muy contentos de ayudarnos. Desde mi punto de vista es una misión bastante peligrosa. Y si mi mente no me traiciona, has estado quejándote del peligro desde que descubrí la imitación.

  Se encogió de hombros. —Tendrás que salvarme entonces, mi salvaje lady Cautfield. Ahora somos un equipo. Al menos durante las próximas dos semanas.

  —No somos un equipo. —Negó con la cabeza con vehemencia—. Somos una asociación provisional. Un dúo desconfiado. Temporalmente enredados y pronto separados nuevamente.

  —Me pavonearé y llevaré un gran cuchillo. Nadie me desafiará —dijo Fawler.

  —Si llevas un cuchillo y no sabes cómo usarlo, podrías ser tú, el que se enfrente a su hoja —rezongó ella—. Me he entrenado desde los dieciocho años con instructores de esgrima y lucha con cuchillos para estar lista para el combate en caso de que llegue el día en que deba defenderme de otro ataque.

La Misión del BarónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora