21. TODO UN SHOW

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Fawler estiró los brazos sobre su cabeza y acunó la nuca con los dedos entrelazados.

  No se molestó en esconder las cicatrices en su pecho, ella ya las había visto.

  —Pensé que eras el ayuda de cámara de sir Darlington, que traía mi atuendo formal para el evento diplomático de mañana.

  —Ahora también eres inmune a las corrientes de frío —señaló ella , observancia su cuerpo, demorando la mirada su pecho—. Deberías usar más ropa.

  —Por eso estoy sentado junto al fuego. No tiene sentido vestirse, cuando volveré a desvestirme en breve.

  El calor en sus ojos hizo que los músculos de su estómago se contrajeran.

  La forma en que Hannah lo miraba provocó querer darle un mejor espectáculo. Flexionó los pectorales y su mirada se intensificó.

  —¿No tienes una bata de noche? —preguntó ella, quitando la mirada de él para recorrerla por la habitación—. ¡Ajá! Veo uno allí. Póntelo.

  —¿Por qué, me vas a violar? —inquirió, con una sonrisa socarrona.

  —Ciertamente no. Estoy aquí para una reunión entre colegas en una misión compartida, y no será una reunión profesional si uno de los participantes está prácticamente desnudo.

  —El ayuda de cámara podría venir en cualquier momento. ¿De verdad quieres que te pillen en mi habitación?

  Cerrando la puerta añadió: —Me esconderé si viene alguien.

  —¿Podemos hacer esto en el desayuno? —Inquirió, poniéndose de pie.

  —No podemos. —Desenrolló el mapa que llevaba y lo extendió sobre el escritorio al lado de la chimenea—. No quiero estar en equipo contigo más de lo que tú quieres estarlo conmigo, pero debemos desarrollar un plan de ataque. En tándem.

  —¿En tándem?, eso generalmente implica que uno de nosotros estará frente al otro.

  —Juntos entonces —dijo con impaciencia, tocando el simple nudo de cabello en la nuca de su cuello—. Como socios iguales.

  —Juntos.

  El problema era que le gustaba demasiado la idea de estar junto a ella. Juntos como en... Muy juntos. Unidos. Conectados. Sus manos conectando con su cabello y liberando ese simple nudo para poder ver su cabello rubio caer sobre sus hombros.

  Enterró la idea tan rápido como surgió.

  —Pensé que habíamos desarrollado un plan —señaló a la ligera—. Asistimos al evento diplomático mañana y averiguamos si algún otro país ha informado de antigüedades perdidas para que podamos eliminar a más sospechosos.

  —Pensé que también habíamos decidido un plan, pero luego te escapaste de la casa con Sir Darlington, yendo solo a Dios sabe a dónde.

  Ajá. Por eso sus ojos brillaban más que el fuego de la chimenea.

—Entonces eso es. No te gustó que te dejara sola esta noche.

  Ella se cruzó de brazos. —No. Pero no porque quisiera tenerte pegado a mi como una lapa. Se supone que somos un equipo y tomas decisiones por tu cuenta sin pensar en lo que yo pueda aportar.

No iba a disculparse por salir con el ministro. No había hecho nada malo. Habían visitado su club y Fawler había hablado con varios diplomáticos europeos.

—¿No disfrutaste tu velada con lady Darlington?

  —Sabes perfectamente que no —respondió ella, desafiante—.  Pero ese no es el punto, Fawler. Aquí está el quid de la cuestión. Sabías exactamente lo que estaba haciendo esta noche. Una comida tranquila con damas gentiles. Yo, por otro lado, no tengo ni idea de cómo pasaste la noche. Y debo decir que mi imaginación se volvió loca. Me acusas de ser teatral, impulsiva y desprevenida, pero podrías decir algo en el calor de tus excesos en una casa de obscenidades y podrías exponer toda la misión y no tendré…

La Misión del BarónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora