Las brasas brillantes del orgasmo de Fawler se desvanecieron, dejando todo su cuerpo liviano y pesado al mismo tiempo, con la revelación que el cuerpo de Hannah acababa de hacerle.
Se sentía como el peor de los hipócritas por pensar que Hannah se guardaría para su esposo, ella era una mujer que vivía para el descubrimiento. Pero el imaginarla en los brazos de alguien como Bertrand le hacía ver rojo. Y no solo del francés insulso, de cualquier hombre.
¿El sexo había sido sólo una función física para Hannah, así como lo había sido para él? ¿O se había enamorado alguna vez? Él tuvo mujeres dispuestas, mujeres que comerciaban con secretos. Cuáles serían las razones de Hannah. Esperaba que solo hubiera sido guiada por el conocimiento.
Hannah se removió de su lado y empezó a colocarse la ropa de una manera furiosa. Nuevamente la había hecho enojar, al parecer no podía mantener sus promesas para con ella.
—No recuerdo haber pedido un listado de tus amantes antes de acostarme contigo, grandísimo hipócrita —gruñó Hannah, con una furia intensa marcada en sus rasgos—. Y no creas que no estoy al tanto de que tienes una larga lista de ellas, ya que no te caracterizas por ser alguien discreto y las personas nunca perdieron la oportunidad de señalarme quien era tu nueva amante de turno, la novedad que habías colocado en tu casa de Covent Garden, el lugar al que llevas a todas a vivir. ¡Que poco original!
Fawler recordaba a cada una de las mujeres que había llevado allí y ninguna tan siquiera había pasado por su cama, todas eran parte de la fachada que tanto se esmero en construir. Nunca se imaginó que la gente pudiera ser tan mezquina y mantuvieran al tanto a Hannah, con el único fin de hacerle daño.
—No quiero un listado y tampoco te daré uno, perdón, yo… simplemente me descoloqué y hablé sin pensar.
—No vuelvas a hacerlo, me sacaste el alma del cuerpo con un orgasmo demoledor y luego me haces odiarte al preguntar semejante estupidez. No tienes ningún derecho sobre mí, nunca lo has tenido. Ni mucho menos llegues a pensar que lo tendrás.
—Ciertamente no lo tengo, no hay nada apropiado al respecto en mi pregunta, he de decir. Creí que lo mejor sería hablar de esto… sobre por qué seguimos sucumbiendo a esta atracción entre nosotros.
—¿De qué hay que hablar? No necesito tu arrepentimiento, no quiero que te des latigazos en la espalda, como buen mártir. Probé los caracoles mantecosos. Ahora están fuera de mi sistema. Pediré algo más la próxima vez.
—Tu no volverás a pedir otra cosa en tu menú, Hannah.
—Me encantaría poder entrar en tu mente y comprender que es lo que realmente quieres, Fawler. Hace un momento te estabas castigando por lo que sucedió, y querías hablar de ello y ahora me dices que me debo quedarme para siempre con el recuerdo de lo que sucedió entre nosotros y no volver a pensar en nadie más, podrías ser sincero y decirme que es lo que quieres por una vez —apuntó ella—. Tampoco esperes que crea nada de lo que dijiste hace un rato, en ese momento el cerebro no está en óptimas condiciones.
—No puedo, no puedo explicar algo que ni siquiera yo sé. Debería haber sido capaz de resistir. Eres mi debilidad. No quiero que te arrepientas de esto. Te juro que seré más fuerte. Que no vuelva a suceder.
—El único que se arrepiente eres tú, no yo. Así que, seguiremos haciendo estas promesas, ¿no?
—Lo hacemos.
—Entonces no me pidas que no pida algo más en mi menú. La vida da giros y vueltas tan inesperados —murmuró—. Soy una mujer caída, lo he sido durante años, pero no siento que haya caído. Siento que he estado subiendo una pendiente empinada, y cada una de mis experiencias me muestra dónde encontrar el siguiente punto de apoyo.
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La Misión del Barón
Historical FictionUn compromiso roto y años de aventuras en el extranjero, han provocado que la intrépida lady Hannah Marie Cautfield, pierda interés en el matrimonio tranquilo y convencional de la sociedad a la cual pertenece. Hasta que tiene que ir a su siguiente a...