10. Una piña y una cebra.

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Hannah quería una historia. Una historia le iba a dar.

—Estamos planeando una gran boda —añadió, viendo fijamente a su falsa prometida, quien ahora tenía una expresión de estupor—. El más grandioso de los bailes. Los días de vestidos prácticos de lady Hannah han terminado. Ha manifestado su deseo de casarse con un vestido compuesto enteramente de volantes. Volante sobre espuma y luego cien volantes más. —Suspiró, llevando sus manos al cuello—. Capas y capas de volantes que comienzan en su cuello y caen en cascada hasta los dedos de sus pies delicadamente vestidos. El color será... amarillo canario brillante. Su deseo es verse deliciosa. Como una piña grande y hermosa, hecha de volantes.

  Hannah lo miró fijamente.
 
—Parece que no veremos mucho a la dama en esa fantasía de vestido y los volantes no es algo por lo que Hannah haya mostrado interés en algún momento —acotó, su hermano con escepticismo. No estaba comprando su acto, aunque Stewart estaba disfrutando cada palabra.

  —Oh, sí, mi vestido de piña —siguió Hannah, con un suspiro de alegría realmente impresionante—. Por supuesto, aún puedes eclipsarme, mi querido barón.

—Eclipsarla, ¿cómo sería eso, lady Hannah?

  Ella sonrió al perplejo Sr. Stewart. —Fawler me mostró un retrato de su tatarabuelo y expresó su deseo de tener un traje de boda que imitara el espléndido entusiasmo de vestir de su antepasado. Quiere llevar un jubón de seda rosa, con inserciones de terciopelo plateado, bordado con hilos de oro y calzará zapatos atados con lazos de raso, con tacones rojos de siete centímetros y espuelas de plata en los talones.

  Fawler se aclaró la garganta. —No estoy seguro de haber dicho seda rosa, ni tacones querida.

  —Estoy bastante seguro de que lo hiciste. Dijiste que querías probar el nuevo satén magenta que viste en los aparadores de Bow Street. No olvidaría algo así. —Continúo ella, con un tintineó en una voz extremadamente dulce, un sonido que probablemente nunca antes había usado en su vida—. Y habrá... mmm... ¡Cisnes! Veinte parejas de cisnes, nadando en un estanque con pequeñas coronas doradas sobre sus cabezas. Los cisnes se aparean de por vida, ¿lo sabían? Y también estará el... ¿Qué fue lo que pediste para la comida? Ah, si,  chitterlings de cordero y haggis para no perder tus raíces irlanesas.

  ¿Chitterlings? ¿Cisnes?

  La mujer había perdido totalmente la cabeza.

  —Oh, lo recuerdo —rebatió  Fawler—, también quieres que tengamos doce damas con velos bailando al rededor de los invitados. Objeté y cité: "qué pensará la sociedad. No puedes traer bailarinas a la casa de Dios Hannah", pero ella es muy  insistente y persuasiva, así que dije que podía tener a las bailarinas, si se me permitía tener mi... mi... mi fuente de champán, —concluyó triunfante.

Hastings tosió ruidosamente. —¿Fuente de champán?

  —Tan alta como una farola y llena del mejor champán francés —dijo ella, soñadora—. Las bailarinas saldrán del centro, puede que todas las burbujas las dejarán bastante mareadas pero no importa y luego los invitados podrán sumergir sus copas en el champán y hacer un brindis en nuestro nombre. ¿Está memorizando todos estos detalles, Sr. Stewart? —Preguntó Hannah, girando hacia el pobre hombre.

  —Ah... —El Sr. Stewart asintió—. Cisnes... señoras bailarinas... champán.

  —Y la cebra, no omita la cebra —siguió Hannah.

 —Una... ¿cebra? —preguntó el desafortunado Sr. Stewart.

  —La que llevará a Fawler a  la iglesia por supuesto. Él quería un elefante como lo hacen en las bodas importantes de la India pero sería un poco difícil traer un elefante entrenado para transportar personas, así que; aquí tuve que poner un alto y llegamos a la conclusión que una cebra sería mejor.

La Misión del BarónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora