23. Lo que hacen los amigos

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Capítulo 23.

Rebecca

Nathan. Nathan. Nathan.

No había dejado de pensar en el por más que quisiera. Cada cosa que hablamos e hicimos anoche se repetía una y otra vez en mi mente como un bucle, me recorría un escalofrío por el cuerpo cada vez que venía a mi mente, pero no de una mala manera sino de una que provocaba algo desde la parte baja de mi estómago hasta mi garganta.

Me estruje los ojos intentando adaptarme a la luz que entraba por la ventana, no me acordé de cerrar las cortinas cuando llegue anoche. Mi mamá ni siquiera estaba despierta cuando después de que Nathan me dejara frente a mi edificio a las casi cuatro de la mañana subiera hasta el departamento, había tanto silencio y tranquilidad que no parecía que horas antes, casi nos reventaramos la garganta de tanto gritar.

Tome el celular de la ropa que había dejado desperdigada por el suelo, tenía la mala maña de que cada vez que me quitaba la ropa para dormir la dejaba tirada en cualquier lado y en la mañana la recogía. La hora de mi celular indicaba que eran la una de la tarde, bueno ¿Supongo que ya no hay esperanza de llegar a la escuela? Ja, de todas formas no tenía ganas ni intenciones de ir.

Pensé en Nathan otra vez y me preguntaba si el había ido, aunque dudo que lo haya podido hacer con solo tres o dos horas de sueño.

Tenía más de un par de llamadas perdidas y mensajes de Caleb, Kaitlin y Jay. Todos preguntaban dónde me había metido y porque no había ido la escuela hoy, no respondí ninguno hasta que estuve sentada en la mesa de la cocina. Todo se encontraba inmaculado como siempre, junto a una nota de mi madre diciendo que me había dejado el desayuno en el microondas.

¿Por qué será que no me despertó para que fuera a la escuela? No me importaba y casi que lo agradecía. Calenté todo y saque la taza con café dentro un un par de tostadas. Me lo había dejado porque mamá sabía que la cocina no era mi fuerte, el café me salía horrendo y las tostadas siempre se me queman. También sabía que no me gustaba el desayuno frío, y también que no me gustaba el café recalentado pero eso era mejor que nada.

Por un pequeño y breve momento pensé que tal vez había exagerado la situación anoche, que no debí gritarle así, que debí dejar a mi prima hablar tanto como quería pero carezco de algo llamado «aguantarme las ganas de decir lo que siento siempre».

Me di un sorbo de café y llame a Caleb, me contestó al segundo tono.

—¡Rubia! —exclamo agitado y antes de que pudiera preguntar cualquier cosa yo hablé primero.

—No me sentía bien en la mañana por eso no fui —menti—. Perdón por no avisarte hasta ahora.

Escucho como suspira.

—Esta bien no importa —dice— ¿Cómo te sientes ahora?

No me gustaba mentirle a Caleb, pero era eso o contarle que había pasado la noche y parte de la madrugada con cierto chico que no es grato ante sus ojos y hace apenas unos días ante los míos tampoco. Sé que no debería escondercelo y después de todo eso a él no tendria que importarle. Pero Caleb era Caleb, y estoy segura de que los demás piensan igual que el.

—Estoy mejor —pronuncie mirando el techo— ¿Y los chicos?

Escuche varias voces hablarme a la vez y sonreí. Ellos comenzaron a contarme todo lo que había pasado hoy en la escuela que tampoco era tan relevante, no me importaba demasiado hasta que "sin querer" mencionaron que el grupito de los insoportables estaba un poco desintegrado, que no habían visto a Nathan con Audrey hoy y habían rumores de que habían terminado.

Mientras me hablaban de otra cosa no podía dejar de pensar en que quería hablar con Harvey, no le preguntaría eso indirectamente pero quería saber si tal vez a él le daba por contarme algo por cosa suya. También me sentía culpable porque mis amigos se preocupaban por mi estado cuando en realidad lo único que tenía era un poco de sueño, hambre y dolor de cabeza por dormirme tan tarde.

¿Y si te llego a querer?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora