Capítulo 26.
Nathan.
Toco con mis nudillos la puerta de madera oscura con varias estrellas violetas pegadas en ella de forma artística. Nadie responde. Con confianza la abro introduciendo mi cabeza lentamente, no quiero llevarme una sorpresa si entro de golpe.
Ella está de espaldas a mi, secandose el cabello con el secador mientras se mira en el espejo enorme y redondo de su tocador, no me pasa de ser persivido que no trae más nada encima que no sea un top que parece más un sujetador que otra cosa y unos pantalones cortos claros.
Apaga el aparato y como si sintiera la precencia de alguien en su cuarto o tal vez ya me vio por el espejo, se gira y abre los ojos sorprendida. El cabello largo y oscuro le cae en cascada por delante de los hombros totalmente lacio y ya seco.
—¿Que haces aquí? —no un hola, ni ningún tipo de saludo amigable. Solo dura y seca, sin mostrar emoción.
Me siento en la cama, obsevando su cuarto con detenimiento porque hacía mucho tiempo que no estaba aquí y me resulta extraño. Audrey se levanta de la silla y se queda de pie delante de mi con los brazos en jarras y el ceño fruncido.
—Vine a verte —murmuro.
—¿A verme? —escupe casi ofendida— ¿Ahora te acordaste de que tienes novia? ¿Ya vas a dejar de solo buscar con que discutir conmigo?
—No intentes hecharme toda la culpa a mi Audrey.
Se muerde el labio dando la vuelta en su lugar y dándome la espalda. Se pasa las manos por el cabello y la escucho votar aire por la nariz. Sin quererlo le examinó todo el cuerpo otra vez. Audrey podría ser una víbora y haberme hecho más daño del que podría admitir, pero tenía el tipo de belleza demasiado tentadora y peligrosa. Desde que tenía diez años y nuestras familias se hicieron amigas ella me había gustado y suponía que siempre había sido mutuo cuando a los catorce la bese en el salón de su casa y me lo respondió.
Audrey me había enganchado como nunca imaginé, estaba enamorado tan ciegamente que no quise fijarme en las red flash que comenzó a demostrar tiempo después, estaba tan estúpido por ella que no creía que tuviera ningún defecto, pero eso era porque solo me había demostrado una parte de su personalidad y casi que hubiera preferido que no me mostrara la otra.
Darme cuenta ahora de lo alejados que estábamos, que prácticamente estábamos separados pero ninguno de los dos había dado ningún señal para confirmarlo rompía algo en mi. La había tratado mal y la había dejado de lado, no me sentía orgulloso. Ella había jugado conmigo todo lo que quiso y aunque sonara estupido sabía que Audrey me quería al menos un poco o tal vez en algún momento lo había hecho.
—¿Aún me quieres Audrey? —pregunte y ella detuvo sus movimientos frenéticos.
No sé dió la vuelta para responderme.
—¿Por qué me preguntas eso?
Me puse de pie, colocándome detrás de ella y le acaricie el cabello con lentitud sintiendo como ella se tensaba.
—Solo quiero saber.
—¿Crees que si no te quisiera soportaría todo lo que hemos pasado? —responde y le sujeto la cintura haciéndola dar media vuelta para que quedemos frente a frente.
—¿Por qué con él? ¿Acaso yo no era suficiente?
Juraría que la sentí temblar bajo mi agarre. Audrey se quedó callada, ni siquiera se movía y yo solo podía mirarla con la cara sería sintiendo un nudo en el estómago casi agonizante. Se safo de mi agarre caminando hasta el tocador para volverse a sentar. Cuando la mire tenía las mejillas rojas.
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¿Y si te llego a querer?
RomanceRebecca Mitchell es una chica que a simple vista te puede parecer dulce e inocente pero bien se dice que no se puede juzgar a un libro por su portada, y ella es un claro ejemplo de eso. Orgullosa, preciosa, de carácter hermético y tal vez un poquito...