VIII

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Escucha el tintinear de todos los brazaletes del que ahora es su hermano mientras este deslizaba sus manos por el largo de su cuerpo. Toca su pecho y su cintura con delicadeza.

Mira los ojos del mayor llenos de deseo, son dorados y centellean con solo mirarlo. Su cabello es corto, relamido hacia atrás y de un negro casi cenizo contrastante con su piel morena más que ninguna otra que haya visto antes. Hinageshi es muy diferente a la mayoría de los chicos de la casa que prefieren conservar un aspecto más andrógino.

―¿Qué ocurre? Era muy fácil de saber que era lo que quería cuando te dije que te acostaras conmigo en el futon―el mayor desamarra el obi de su kimono con rapidez en lo que parece un solo movimiento. Le sonríe y no puede evitar sentirse nervioso. El mayor se limitó a bajarse la parte superior del kimono revelando las ajustadas vendas de su pecho. A la luz de la luna que entra por la por la ventana el mayor luce más seductor de lo que pensó.―. Sabes, eres algo adorable.

Suikazura no contesta. Supone que si lo hubiera escogido otro serían las cosas exactamente igual. Así que no valía la pena quejarse. Suspira y ladea su rostro tratando de enfocarse en los adornos de la habitación, hay redes de pesca colgando en las paredes adornadas con cochas de mar, remos y de más cosas similares, a decir verdad era una habitación más sencilla de lo que hubiera imaginado de alguien en la posición de Hinageshi. Hay varias licoreras vacías en una esquina, su hermano mayor había estado bebiendo esa noche durante su jornada de trabajo.

No logra evitar tensarse en cuanto las manos del mayor apartan su fundoshi sin demora y le abre las piernas dejándolo descubierto e indefenso. Suelta un gemido sin querer al ver al mayor relamerse los labios al descubrir la erección provocada en su pequeño cuerpo. Suikazura ruboriza e inmediatamente cubre su rostro con sus brazos y aprieta los labios. Trata de no hacer mucho ruido porque de lo contrario eso sería ir en contra de lo que le habían enseñado en toda su corta vida.

― ¿No opondrás más resistencia? ―pregunta Hinageshi. Se había imaginado que serían fáciles sus acercamientos pero no a ese grado―¿sabes lo que vamos a hacer?―lo mira tan indefenso y sumiso. El pequeño cuerpo desnudo de Suikazura es precioso. Su piel blanca y suave bien cuidada sin ninguna marca. Su torso suave, su pequeño vientre terso. Un cuerpo que por su joven edad no tenía una cintura definida. Su pecho subía y baja, y su vientre perfecto se estremecía por el nerviosismo de la situación. Aun que ese niño siempre parezca serio su cuerpo delataba lo nervioso que realmente estaba―. Claro que sabes. Ya me has visto hacerlo con los clientes varias veces ―el niño no contesta ―Ya. Eres un niño muy obediente ¿verdad? Eso es muy encantador.

El niño escucha de nuevo los brazaletes hacer ruido e inmediatamente sus brazos son retirados de su rostro.

―Así está mejor ―le dice Hinageshi mientras retira su largo flequillo de su cara―. Tienes unos ojos muy bonitos. No deberías esconderlos ―pero lo único que consigue es que el menor esquive la mirada caoba ocultándola de nuevo en su flequillo y suelte un resoplido nervioso ―. Está bien como quieras. Me gusta que sean así de sumisos así que seré gentil contigo.

Se acomodó sobre el niño que opta por quedarse quieto. Beso el cuello y el pecho de este soltando ruidos obscenos a cada beso mientras que con su mano derecha guiaba al más joven para que levantara las rodillas y separarlas. Una vez en esa posición comenzó a recorrer con sus lengua el abdomen del niño el cual solo aguantaba los gemidos que querían salir de su garganta. Suikazura jamás había experimentado esa sensación caliente, húmeda y que lo hacía revolver la cabeza, se sentía perder el control y eso era inaceptable para él. Así no lo habían educado. Ser elegante, ocultar las emociones y mantenerse en calma eso era lo que siempre había hecho. Eso era lo que todos querían de él, eso era lo que quería su hermana mayor de él. La sensación se vuelve abrumadora, se muerde los labios para no hacer ruido. Hinageshi succiona la piel de su estómago dejándolo marcas rojizas. Oye al mayor bufar y relamerse; se está riendo de él. De nuevo el sonido de los brazaletes tintineando al mismo tiempo que su cuerpo era cambiado de posición de nuevo. Hinageshi acomoda al niño de tal manera que sus rodillas quedaran sobre sus hombros, su pequeño trasero sostenido con ambas manos era despegado del futon a comparación del resto que seguía acostado. La cara del mayor entre los muslos del infante a pocos milímetros de su erección. Lograda esa posición, comenzó a recorrer con su lengua el interior los cremosos muslos dándose licencia de chuparlos prolongadamente con lujuria. Suikazura siente que algo va explotar dentro suyo, la respiración del mayor choca deliciosamente en su erección y trata de resistirse con toda sus fuerzas, se abrazó el vientre con su brazo derecho mientras que con la izquierda alejaba la cabeza de su hermano mayor

Raikoritsu no hata (El campo de las lycoris)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora