XIV

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Los lirios blancos son flores tímidas y frágiles que siempre miran hacia abajo. La tierra donde crecen son lugares donde el sol no alumbra... lugares estériles donde incluso las vacas se alejan. Los lirios son hermosos pero también son venosos. Porque todo aquel, que los mira queda fascinado.

Hisui sabía mejor que nadie esa verdad.

Él había crecido en el valle de una montaña cuyo nombre ya no logra recordar. Su casa era una choza pequeña y humilde en donde vivía con su padre y su madre que eran buenas personas marcadas por la desgracia de nacer en lo más bajo de las castas sociales. Había nacido como un Eta los «extremadamente impuros».

Durante el periodo Edo la sociedad japonesa empezó a desarrollar un sistema de clases sociales rígido y poco permisivo reforzado por las creencias del respeto, el orden, el auto sacrificio, la dominación masculina y el mantenimiento del statu quo.

La casta más alta Shi eran el shogun y los guerreros burócratas encargados del gobierno, seguidos de la elite militar los samurái y la alta aristocracia. En el siguiente peldaño se encontraban los Nou o campesinos quienes, a pesar de ser el grupo más pobre y explotado, eran tenidos en gran consideración debido a su responsabilidad de alimentar al resto de la población. Su capacidad productiva les mantenía en una posición social aceptable. Por debajo teníamos el escalón Kou, formado por los artesanos y en último lugar el escalón Shou, formado por los comerciantes; un grupo con mayor nivel adquisitivo que los campesinos, pero despreciados por su baja contribución al resto de la sociedad ya que sus actividades laborales no eran productivas, además el trabajar con tal de generar dinero era visto como algo deshonroso. Estos dos últimos escalones cada vez irían despuntando más y adquiriendo más riqueza y poder, desde luego mucho más que los campesinos e inclusive que algunos samurái.

Sin embargo existía una clase aún más baja la cual no surge del orden de las clases, sino de una perspectiva moral e ideológica. Y es que la influencia del sintoísmo y el budismo se hizo notar en este sentido, ya que se tendía a evitar personas y cosas relacionadas con la sangre y la muerte, que eran vistas como cosas «sucias». Esa «suciedad» percibida tenía que ver con el sexo de las personas, con las relaciones sexuales o, como en otras sociedades, con los nacimientos y muertes, además de con ciertos trabajos considerados impuros. Es decir, sus funciones en la sociedad eran imprescindibles en el momento, pero la actividad que llevaban a cabo era considerada impura. Estos eran los Eta conformados por: carniceros, sepultureros, curtidores, dedicados a teñir tejidos, trabajadores del bambú, cartoneros, verdugos, carceleros, etc. Ocupación que eran forzosamente hereditarias, muchas veces sin ser pagadas y sin esperanza de aspirar a algo más en sus vidas.

Hisui nació como hijo de un carnicero y de una curtidora de pieles. Ambos eran buenas personas y sin duda alguna amaba a su pequeño hijo. A pesar del odio de la gente de su pueblo que los había obligado a retirarse a vivir como ermitaños en aquel valle solitario. Ellos vivían tan felices como podían serlo. Se mantenían gracias a la carne de los animales como liebres, zorros, jabalís, a las aves y la recolección de plantas en la montaña.

Hisui había crecido alejado de todo y del conocimiento de lo que significaba haber nacido Eta.

Los recuerdos de sus padres ya son pocos.

―Sostenlo fuerte hijo ―recuerda la voz gruesa y áspera de su padre, así como que tenía barba escasa y rasposa más ya no recuerda su cara. También recuerda como este solía sostener a los animales con mucha fuerza mientras él lo ayudaba a mantenerlos quietos con todas sus fuerzas mientras su padre sacaba su cuchillo y degollaba a los animales salpicando toda la sangre de los mismos por todo el lugar y la ropa de ambos. Él era un niño gentil y débil, los chillidos de los animales solían ponerlo muy nervioso y por lo tanto terminaba aguantándose el llanto mientras temblaba sin control. Cuando pasaba esto su padre frotaba su cabello y le decía amable―. Este es el trabajo que nos tocó en la vida. Lo más que puedes hacer por ellos es hacerlo rápido para que el animal no sufra y aprovechar todo lo que puedas para agradecerle por su sacrificio. Algún día tendrás que hacerlo por ti mismo. Hoy me ayudaras como siempre a cortar la carne y prepararla y después a tu madre con la piel.

Raikoritsu no hata (El campo de las lycoris)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora