XXII

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Esa misma noche, Sakamoto-sama le pidió a Kiyoha Okaa-san hablar en privado en su despacho.

La mujer no pudo ocultar de todo su sorpresa mientras el hombre alababa a Kiku a tal grado de recomendarlo para ascender de rango, a la vez que ponía en la mesa una cantidad obscena de dinero que solo sería dada a alguien de rango alto. Explicándole los planes que tenía con él. Ofreciendo un retorcido trato que podía beneficiarla mucho.

Okaa-san había escuchado algunas cosas extrañas respecto a Sakamoto-sama, pero no pensó que excediera la típica locura de los comerciantes a los que se les había subido el poder a la cabeza. Incluso el tipo se atrevió a amenazarla de muerte si planeaba hablar de más y revelar su secreto y el de los colegas que estaban dispuesto a presentarle.

Kiyoha había sentido el verdadero terror solo un par de veces en su vida y las palabras de Sakamoto-sama se volvieron una de ellas.

Mientras tanto Kiku exhausto, se quedó de pie recargado en el marco de la puerta. El mismo se había acomodado la nariz y los dedos dislocados. Respiraba con dificultad con un extraño gesto en la cara parecido a una sonrisa.

―Llame a Sakamichi-sensei.

Les dijo a las aterrorizadas sirvientas que habían subido a verlo cuando Sakamoto-sama se encerró con Okaa-san en su despacho.

El doctor no tardó en llegar.

―Pensé haberte dicho que no te metieras con Sakamoto-sama ―regaña el viejo con severidad mientras venda la cabeza del niño con rapidez―. Mira nada más como tienes la espalda. Aun estas sangrando.

―Creo que ese es el menor de mis problemas ―dice el niño con actuada gracia mientras pone de improvisto la mano del doctor en su costado, mostrándole su costilla rota. Ese lugar a un no comenzaba a amoratarse, así que era casi imperceptible―. Tal vez si me excedí un poco.

―Pero que... ―pronuncio Daigo sorprendido al notar la gravedad de la herida. ― ¡Acuéstate de inmediato!

Ordeno mientras sacaba rápidamente vendajes, polvos y ungüentos de su maletín de madera. ¿Cómo era posible que ese niño aguantara semejante dolor? Ha visto adultos llorar por mucho menos que eso. Hacía mucho que alguien no lograba sorprenderlo de manera perturbadora.

Kiku por su parte, acostado sobre un futon en el suelo, siente todo lo que el doctor hace tocándolo, inspeccionando. Que no tenga nada más roto. Claro que le duele, un dolor diferente a cuando se exista pero sin duda no lo siente tan grave como realmente es. El niño se cubre el rostro con ambos brazos cruzándolos sobre él. En cuanto el doctor le unta el medicamento en su costilla rota. Siente un cosquilleo extraño. No puede evitar sonreír torcido. ¡Lo consiguió! ¡Consiguió mucho más de lo que había planeado! Solo tenía que llevar a cabo la última parte de su plan.

Kiku supo el día siguiente de su sesión con Sakamoto-sama que su asenso por el camino del éxito y la escala de rangos seria fácil. Cuando una sirvienta le entrego en la sala comunal frente a todos los demás niños incrédulos que le miraban con cautela. Ya que se habían esparcido algunos rumores de lo que había ocurrido durante la noche. El primer regalo que recibió de un cliente, un costoso kimono negro y un prendedor para el pelo hecho con plumas blancas de garza en forma de crisantemo. Junto a una formal y aparente carta de amor.

Una vez que Sakamoto-sama forzó a Okaa-san a ponerse de su lado. Kiku era visitado y después llamado por toda clase de hombres de buen status y gustos a fines. Lo que hizo que el niño ascendiera a Mayu en menos de dos meces. Así ya no tuvo que preocuparse de nuevo por que le faltara el trabajo. A pesar de las, en ese entonces, constantes amenazas de Okaa-san.

"Si te dejan en un estado tal que ya no puedas trabajar te echare de aquí sin dudarlo. Sin importarme cuánto dinero des a la casa"

"Si te matan. No me are responsable. Terminaras en una fosa común como muchas mujeres del barrio. Ni creas que te rescatare"

Raikoritsu no hata (El campo de las lycoris)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora