XXIII

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Me alegra poder actualizar antes de terminar el año.

Un último mes agitado para mí en el trabajo, ya que es témpora alta y había estado escribiendo esto a pedacitos por rato.

Solo me queda agradecerles por estar un año más aquí conmigo apoyando el proyecto. Saben que aprecio sus lecturas o comentarios.

Les deseo que pasen felices fiestas. Un año lleno de cosas buenas.

Seguiré dando mi mejor esfuerzo en esta historia para entregarles algo de calidad.

Así sin nada más que decir. Los dejo con el capítulo. 

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Capitulo XXIII


― ¡Yuri! ¡Cierra la puerta! ―Nadeshiko grita confundido. No entiende que hace ese niño de vuelta con él. Sera muy peligroso si alguien se asoma a ver qué pasa― ¡Yuri! ¡Te dije que fueras a cerrar a la puerta!

El pequeño albino tarda en reaccionar. Jamás había visto a Tsubaki tan destrozado. Tiene miedo ante algo desconocido.

Su hermano le grita una vez más:

― ¡Maldición, Yuri!

El albino corre a tropezones a cerrar la puerta deslizándola rápidamente. Se le queda mirando a Tsubaki que no para de llorar. E inevitablemente él también se suelta a lo mismo, de pie a un lado de Nadeshiko.

El mayor no sabe qué hacer. Si alguien debería de llorar allí, debería de ser él. Lentamente sube su mano para intentar dale unas palmadas en el hombro al niño para calmarlo. Al final no se atreve a hacerlo y pide de nuevo molesto:

―Ya. Deja de llorar. No pasa nada.

Tsubaki sin embargo se lanza contra el pecho de Nadeshiko, para sorpresa de este último que se queda pasmado en el lugar. El niño se restriegue inconsolable a un más contra su pecho.

― ¡Lo siento! ―se escucha con la voz quebrada y nasal― Por todo... no sabía... si creerte... ¡Lo siento! ¡Lo siento! No quise decir nada malo... ¡lo siento!

Había muchas cosas de las que Tsubaki se arrepentía en ese momento. Cosas que dijo, cosas que pensó, cosas de las que se enteró. De saber que no es capaz de hacer nada por nadie. Por ser un niño débil que no es capaz de proteger nada, de ser fácilmente engañado.

Se quedaron sentados en el suelo. Cuando Nadeshiko reacciona, le gritaba a Yuri que dejara de llorar, que no tenía motivos para hacerlo y que ambos lo estaban desesperando. Interrogo a Tsubaki respecto a lo que estaba haciendo de vuelta en su habitación. Pero el niño no contesto solo siguió llorando. Es cuando Nadeshiko se percata que el kimono azul del otro está manchado de vómito, solo supone lo peor. Con eso ya no tuvo el valor de echarlo. Dejándolo desahogarse mientras le quita la ropa sucia, tratando de calmar a ambos niños sin éxito. Hasta que después de un largo rato Tsubaki cayo cansado, quedándose dormido. Mientras Yuri gimoteaba en una esquina de la habitación.

Anocheció. Se escucha los pasos de los demás en los pisos de abajo ir y venir y el leve ruido de la música que animaba el ambienta en la fiesta que siempre había en la casa al comenzar el turno de noche.

Raikoritsu no hata (El campo de las lycoris)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora