nieve

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Pasaron los días y no había rastro de Dani, ni de nadie de su grupo. Los chicos lo llevaban bien, porque al menos a ellos sí le contestaban a los mensajes, Andu, Laura o Uve, pero según ellas, Daniela no salía de su habitación desde que llegó en la madrugada de su cumpleaños. Y Gavi estaba que se subía por las paredes. Despidió a sus amigos que volvieron a Sevilla y él, ya hacía las maletas para irse a Madrid con la selección. Más de 200 mensajes y 50 llamadas había hecho a la chica y nada, como si no existiera. Le dejó espacio y tiempo, pero el chico también tenía sentimientos y creía que se merecía más que ser ignorado cuando se preocupaba tanto. No quería irse sin verla, así que, se puso lo primero que vió y salió de la residencia hacia la casa de Le Freaks.

Hacía una calor tremenda como si Satán reinara en la ciudad catalana, pero, la chica pelinegra estaba tapada hasta arriba con las mantas y con su sudadera, temblando como si tuviera fiebre. Su habitación tenía las persianas bajadas y las luces led coloradas y tenues, muy oscuro todo. Olía mal allí, había un cartón de pizza con algunos trozos sin terminar, que ya empezaban a ponerse malos. Botellas de alcohol vacías y muchísimas colillas en el suelo. Esa estancia siempre parecía una discotexa cuando ella estaba allí, le enxanraba poner música marchosa aunque no estuviera haciendo nada, pero esta vez, estaba en completo silencio. Acostada, Dani, bastante borracha, con los ojos hinchados de haber llorado bastante, miraba sin parpadear a algún lado. Con sus uñas se rascaba la piel de sus muslos, tanto hasta hacerse heridas que sangraban. Eso le daba cierto placer, nunca le gustó eso de cortarse, pero sí pellizcarse las caderas hasta crear pupas. La sangre se secaba y luego volvía una y otra vez a quitarse las costras, haciéndose daño y haciendo los agujeros más y más grandes.

Ya no le quedaban lágrimas para soltar y tampoco pensamientos para repasar en su cabeza, simplemente estaba en "stand by". Con la mente en blanco, en coma, sin parpadear, con el cuerpo dolorido aunque llevase días metida en la cama. Sus amigos le llevaban comida, pero ella no comía. Dormía un poco por el día y luego se llevaba el resto del tiempo despierta, bebiendo y drogándose. Intercambiando antidepresivos con pastillas para el dolor de cabeza y drogas químicas que alguna vez consiguió en una fiesta y nunca se atrevió a probar. Su mejor amiga, intentaba a ratos hablar con ella a través de la puerta. Decía que si seguía así, no iba a durar mucho. Y Dani reía, no tenía intenciones de durar.

Cuando Gavi fue recibido, simplemente Yuna, que se encontraba en el salón, le deseó suerte. Había pocas posibilidades de que ella le abriese la puerta, pero necesitaba intentarlo. El chico subió, no sin antes coger un paquete de galletas, intentaría que la chica comiese aunque fuera lo mínimo. Aspiró suficiente aire para llenar todos sus pulmones y llamó a la puerta. No se escuchó nada.

- ¿Dani? Soy yo.- tragó saliva.- Soy Pablo, Gavi, Gavira, renacuajo, imbécil o caraculo, como quieras reconocerme.

Bromeó, pero aún así no se escuchó nada. Como si esa puerta no llevara a ningún sitio, como si no hubiera nada detrás de ésta.

- Dani... Dani, por favor, ábreme.- apoyó su frente en la madera blanca.

Pasó un buen rato, él solo respiraba calmado, sólo escuchó una tos seca una vez, confirmando que estaba despierta.

- Sigo aquí.- se mojó los labios con su lengua.- Y seguiré aquí. Me quedaría aquí durante meses a esperar que abrieses la puerta, pero no puedo. Me tengo que ir. Ya te lo dije, me voy con la selección y tú me dijiste que irías a verme, ¿recuerdas?

Habló como contándole un cuento a un niño pequeño, sonriendo leve al recordar esa noche. Se hizo el silencio de nuevo, pero poco después, se escucharon pisadas y sonidos de botellas cayéndose, aunque no rompiéndose. La chica abrió la puerta con las pocas fuerzas que le quedaban y cuando lo miró, el abrió sus ojos. Llevaba la misma ropa de la fiesta, su pelo estaba grasoso y todo enrredado, unas ojeras hasta el suelo, sus ojos rojos. Su cara pálida y su cuerpo más delgado. Su habitación desprendía un olor rancio y mucha calor, sin embargo, ella tenía frío. Para ella, estaba nevando en pleno agosto. Todo lo que tocaba estaba más frío que la nieve.

FREAKS (Pablo Gavi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora