54.- El último día en la tierra.

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— Tenemos que irnos sí o sí ahora. —dije mientras tomaba la taza que me daba Andrew— Ahora no sólo yo estoy empeorando, también Peter, ambos moriremos y ¿Qué pasará con Ayla?, ¿y con ustedes? Si nosotros morimos Alexander y Jack no dudarán en matarlos a todos y cada uno.

— No podemos irnos sin tu mamá. —puntualizó Joe— No puedes dejarla.

— No puedo dejarle pero no puedo quedarme, jamás pensé que a mis casi treinta años utilizaría un bastón porque mis piernas no tendrían fuerzas. —dí un sorbo— Sarah va a tomar el reino tarde o temprano, no es estúpida, puede saber llevarlo.

— ¿Entonces qué? —preguntó Felix— Tomamos a la reina le guste o no y ¿ya? —todos se miraron entre sí cómo si fuera la mejor idea que habían escuchado en toda su vida.

— Sería cuestión de planearlo bien. Felix es un gran estratega. —puntualizó Andrew.

— ¿Planearlo? Sólo la tomaremos cuando esté sola. No es la gran cosa.

— ¿Dónde está Ayla? —preguntó Peter mientras salía de la habitación, tenía ka cara hinchada de tanto dormir, al igual que a mí su salud iba deteriorando, si yo moría, él también teniendo el mismo corazón.

— La dejé durmiendo en su habitación. —dijo Félix— ¿No está ahí?

— No, ni en ningún otro lado.

Por la ventana claramente se veía que el sol ya se escondía, pensar que mi hija estaba afuera y la luna por salir me escandalizó. Me puse de pie y rocé mi mano en el suelo en seguida, por acto de magia una luz blanca marcó el camino dónde irían a buscarla.

— Sigan la dirección marcada y traigan a Ayla de inmediato. —ordené a Felix y a Carl.

Ambos salieron a montar sus caballos y perseguir a la inquieta niña.
Volví a tomar asiento con Peter, suspiré amargamente y recargué mi cabeza en su hombro.

— Felix y Carl, ¿siempre son así? ¿Uña y mugre? —preguntó Joe.

— Desde que vivíamos en el país de las maravillas, antes de eso eran enemigos, cómo con todos. —respondió Peter.

— Já, eso me recuerda a algo que leías en tu adolescencia... ¿Cómo iba? ¡Ah, sí!, enemies to lovers.

— Dímelo a mí, Joe. —tomé la mano de Pet— Dímelo a mí. —suspiré— Jamás he visto tan feliz a Andy que con Felix, son una buena dupla. Cómplices, y eso es lo que siempre esperas de una relación.

Mis ojos pesaban, me sentía cansada, más cansada que nunca, supuse que era porque cada día dormía y comía menos. Y ahora que podía cerrar los ojos lo aprovecharía, me aferré al brazo de Peter y caí en un profundo sueño. Tan profundo que cuando quise despertar, no pude, lo intenté varias veces pero todo a mi alrededor seguía siendo negro, estaba dormida pero no podía despertar, como si mi cansancio me abrumada y me exigiera dormir sí o sí.
Pero esa voz, esa maldita voz del vacío.

Hoy es el día en el que la luz de la luna vuelva a resplandecer.

No voy a dejar que nadie se la lleve. Nadie.
Mis ojos se abrieron de golpe y ví a Peter y a Joe moviéndome intentando despertarme.

— ¡Ve la hora qué es y no han regresado! —exclamó Joe— Iré a buscarlos.

— No. —me puse de pie con ayuda de mi bastón y salí de la casa— Iremos todos y después nos vamos a largar de este lugar.

Afuera habían dos caballos, subí en el mismo que Joe pues Peter tampoco estaba en buen estado.
Cabalgamos por una hora hasta llegar al castillo de Alexander, mi corazón latía rápido, ¿por qué mi hija estaba allí?

Mi Mejor Pesadilla. Mi Peor Sueño. Peter Pan y _____.  ||FINALIZADA|| ||EDICIÓN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora