Capítulo quince

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En el transcurso de la noche, Jefferson se mantuvo despierto mientras divagaba, pensaba, se dormía por unos instantes y volvía a levantarse. Le costó mucho conciliar el sueño y sin darse cuenta ya eran las tres y veinte de la mañana.

Le pesaban los ojos, no sentía deseos de acostarse aunque sabía que necesitaba descansar. Así que se levantó y encendió la luz de la habitación en la que se encontraba en compañía de su escuadra, o bueno... lo que quedaba de ella.

Su escuadra de novatos estaba conformada por diez personas. Todos dormían en ese cuarto. Pero cuando regresaron del laboratorio no encontraron al resto ni sus pertenencias. Por lo tanto, solo quedaba él y tres de sus muchachos. En cuanto a Raúl, de seguro lo estaban tratando en la enfermería.

Después de regresar a la base, los encerraron allí, la puerta no estaba cerrada con llave pero al otro lado se encontraba un guardia al acecho. 

Además, Rifftod (quien ahora estaba al mando) se rehusó a darle explicaciones, y Jefferson tuvo que contener sus ganas de golpearlo.

Se puso los pantalones militares, las botas y una camisilla blanca que dejaba a la vista gran parte de su pecho velludo. Tenía hambre, el estómago le exigía comida y él era muy sensible a esa sensación. Decidió salir con la esperanza de encontrarse con algún emparedado en la cafetería de la base.

—¿A dónde va, sargento? —la pregunta de Rick lo tomó desprevenido. El muchacho se sentó sobre la cama, tenía puesto una pantaloneta y su admirable abdomen marcado estaba al descubierto. Su pelo anaranjado era todo un desastre y se formaban enormes ojeras bajo sus ojos.

—¿Tampoco pudiste dormir, eh? Acuéstate, muchacho, iré al baño y luego a por algo de comer ¿Necesitas algo?

—No. No necesito nada... —contestó y frunció el ceño —. Recuerde que ya no podemos circular libremente por la base. Nos tienen vigilados. Por favor no se meta en problemas.

Que irónico. Rick, el más problemático de todos, diciéndole que no se metiera en problemas.

—Lo sé. No haré nada malo.

Pero esa respuesta no bastó para Rick.

—Mira, lo he estado pensando. Somos como unos imbéciles tratando de averiguar qué pasa. Le hemos exigido infinidad de veces a ese agente de nombre extraño y de apariencia sumamente... Joder... admitámoslo, ese señor es horrible más que Charlie —dijo Rick medio en broma y dirigieron la mirada hacia Charlie. Su pelo largo y crespo le entraba en la boca abierta, y escurría baba como si fuera un bebé —. En fin. Lo pensé. Y creo que tenemos más probabilidades si tratamos de convencer a los que sobrevivieron. Ese científico de gafas o el guardia robusto se ven ingenuos, podemos usarlos, amenazarlos de ser necesario para que nos digan todo lo que saben. Y pirarnos de este sitio.

—¿No pues que no podía meterme en problemas? —Jefferson sonrió, pero a Rick no le hizo ni un poquito de gracia. Fue justo en ese momento que a Jefferson se le ocurrió una idea. Se acercó a la mochila bajo su cama y sacó de allí un pequeño micrófono —. Nada de amenazas. Puedo tratar de convencer a alguno de ellos, y si no, le meteré el micrófono en cualquier parte que no sea visible y podremos escuchar.

—¿De verdad vas a hacer eso?

—Déjamelo a mí. Sé qué hacer.

Aquel micrófono diminuto era lo suficientemente eficaz si lo que pretendía era espiar conversaciones. Lo único que tenía que hacer era sincronizarlo con su teléfono y luego encenderlo. Todo los sonidos que lograba captar serían audibles para Jefferson, pero ¿Cómo lo haría? No podía simplemente meterlo en el bolsillo de uno de los sobrevivientes, porque probablemente se darían cuenta.

Falla en el laboratorio [Saga descontrol #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora