Capítulo treinta y cinco

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Natalie se aferraba a su hermano. El niño, que no comprendía la situación, luchaba por librarse de su agarre y salir de debajo de la cama.

—¡Basta ya, Lucas! —le pidió Natalie desesperada. Ejercía demasiada fuerza en el brazo del niño para evitar que saliera a buscar a papá que sin darse cuenta lo estaba lastimando.

—¡Suéltame!

A pesar de ser un tonto, dramático y desobediente, Natalie sentía un gran amor por él. No podía permitir dejarlo expuesto al peligro. Sus padres se marcharon, y si no regresaban... ella tendría que encargarse de su hermanito de tan solo ocho años ¿Podría con esa responsabilidad?

—¡Joder! No...no... —Jhon soltó un grito que puso a los niños alerta.

Natalie sacó su cabeza de debajo de la cama y miró a Jhon asomado en la ventana. Notó que el hombre se había orinado en los pantalones, y sus piernas temblaban como si tuviera frío.

—¿Qué pasa, Jhon? ¿Papá ya viene con Lucía y mi mamá? —preguntó ella conteniendo las lágrimas.

—Naty vámonos de aquí —le suplicó el niño pero ella lo ignoró.

Jhon se sobresaltó. Se escucharon los gritos de una mujer que cada vez parecían más cercanos.

—¡Mierda! —Jhon corrió hacia ellos. Se lanzó al suelo y se metió debajo de la cama. Natalie y Lucas se vieron obligados a darle espacio. No comprendía el por qué de su reacción, pero de repente, una mujer entró en la cabaña y tropezó cayendo de cara contra el suelo. Se escuchó un fuerte golpe y luego, una de esas criaturas destrozó la abertura de la puerta y miles de pedazos de madera volaron por doquier.

—¡Ayuda! ¡Haga algo! —suplicó la mujer. La mandíbula del animal agarró su pierna y comenzó a devorarla. Se escuchó el crujido de su hueso y luego de varios intentos, el animal logró arrancarle la pierna.

La sangre salpicó por doquier. Y los tres, incluyendo a Natalie, gritaron al unísono.

La imagen era desgarradora. Natalie sintió como el vómito le subía hasta la garganta, pero con mucho esfuerzo, lo tragó. Cubrió los ojos de Lucas para que no siguiera observando aquella escena, pero ya era muy tarde. El niño se había desmayado.

Algo hizo que la criatura se detuviera. Levantó el hocico ensangrentado y olfateó ruidosamente. Su mirada estaba perdida. Buscaba algo. Los buscaba a ellos.

—Creo que...que no puede... no puede escuchar —tartamudeó Natalie en voz baja. Jhon le cubrió la boca con la mano y la obligó a hacer silencio. La forma en la que la criatura se confundía al caminar dentro de la cabaña le parecía extraño.

Creyó tener una falsa esperanza, pero la misma, se esfumó al instante. La criatura recuperó la cordura pero no prosiguió devorando a la mujer, sino que rápidamente dirigió su mirada hacia la cama en la que estaban escondidos. Con un leve gruñido se abalanzó hacia Jhon y lo agarró de la pierna izquierda. Jhon gritó y comenzó a moverse bruscamente. Golpeaba valientemente a la criatura con la otra pierna. Por un momento, la bestia lo soltó y sacudió la cabeza, pero retomó su ataque y lo arrastró hacia afuera de la cama.

—¡Niña sal corriendo! ¡Llévate a tu... Ahhh! —Jhon empleó sus puños para defenderse. Logró propinarle unos buenos golpes en el hocico pero la figura monstruosa no planeaba darse por vencida.

—¡Despiértate! ¡Debemos irnos!—bramó Natalie. Miró a su hermano, su rostro pálido la desconcertó. El niño tenía los ojos cerrados y sudaba como si acabase de correr en una maratón. Luego miró a Jhon, escuchaba sus gritos.

Su vista se distorsionaba. Lo veía luchar por su vida arrojándole todo tipo de objetos hasta que la criatura se le abalanzó encima y lo hizo caer de espaldas contra el suelo.

El rugido la hizo estremecer pero una rabia intensa se apoderó de su cuerpo. Se arrastró por el suelo de madera y cuando salió de la cama se puso de pie rápidamente. La criatura estaba centrada en devorar a Jhon. Se encontraba encima, y Jhon le sujetaba la mandíbula hasta el punto en el que las venas del brazo le sobresalían horriblemente.

Natalie miró a su alrededor. No había nada para usar como defensa.

Maldijo en voz alta. No sabía qué hacer.

Se agachó para arrastrar al pequeño y sacarlo de allí, pero si lo hacía, quizás la criatura se lanzaría sobre ellos. No había escapatoria.

—¡Solo vete muchacha! ¡Sálvate! —gritó Jhon exhausto. Natalie no podía creer las insinuaciones del hombre ¿Cómo se le ocurriría sugerir que se salvara y dejara al niño en garras de ese animal? Natalie no lo pensó más. Sin otra opción, tomó la sábana de una de las camas, enrolló las puntas en sus puños y se acercó temerosa. Pasó la sábana blanca en el cuello del animal y jaló de él con fuerza. La criatura la miró de reojo y se puso furiosa.

Natalie apretó más fuerte, rodeó otra capa de sábana en el cuello para ejercer más presión. Arrastró al animal, apartándolo de Jhon. El hombre se levantó y le propinó una patada a la criatura. Natalie se resbaló y cayó de culo, perdiendo toda la fuerza.

Jhon se fue hacia un rincón para recomponer fuerzas así que Natalie quedó desprotegida en medio de la cabaña. Con la sábana aún en manos, se arrastró hacia atrás para alejarse de la criatura, que lentamente se acercaba a ella, gruñendo.

—¡Cuida a mi hermano! —exclamó y se echó a llorar. Se arrepentía profundamente de haberse creído valiente —. Dile a... a mis padres que los amo.

Creyó que era el fin de su corta vida. Cuando la criatura estuvo a punto de atacar, un rugido lejano la detuvo. La criatura alzó las orejas agujereadas y luego de dudarlo unos instantes, se marchó por el mismo agujero por el que entró.

Natalie soltó todo el aire que retenía en los pulmones.

—Mami. Papi —oyó la voz de Lucas.

El niño salió de debajo de la cama y se tocaba la cien. Mantenía el ceño fruncido y miraba a su alrededor totalmente perplejo.

—¿Dónde estoy?

Su pregunta la dejó atónita. Jhon se acercó a pasos torpes y de repente, se desplomó.

—¡Jhon! ¡¿Qué te sucede?! —Natalie se arrastró hacia él. En el suelo se formó un charco de sangre, proveniente de varias heridas en su cuerpo.

Lucas gritó. Y ella también.

Jhon se volvió pálido. Su cuerpo reposaba en medio de la sangre. Su pecho subía y bajaba lentamente.

—Tiene una cosa verde.. ¡Ahí! —señaló Lucas mientras lloraba a todo pulmón.

Natalie miró con detenimiento. Remangó la camisa de leñador que traía Jhon y observó perpleja la herida. Sin duda, se trataba de una mordedura profunda pero esta se había tornado de un color verde. El hedor que emanaba la sangre casi le provocaba el vómito.

De repente, el hombre comenzó a convulsionar. Su cabeza se golpeaba contra el suelo. Natalie le sostuvo la cabeza y vio que de sus labios comenzó a brotar una especie de baba.

Ese olor... lo reconocía.

El brazo, que con anterioridad estaba verdoso, ahora estaba negro como si se estuviese descomponiendo.

Mientras el cuerpo reaccionaba bruscamente, se escuchaba el crujir de sus huesos. Su muñeca se dobló de una manera anormal.

Lucas gritó. Se levantó de un brinco y huyó de la cabaña.

—¡Lucas, espera! No te vayas... —Natalie se mordió los labios. Se levantó temblorosa observando por última vez el cuerpo "sin vida" de Jhon. No paraba de convulsionar y extrañamente, el olor que provenía de él se asimilaba mucho al de las criaturas.

Natalie decidió salir de la cabaña y fue a buscar a su hermano.

Falla en el laboratorio [Saga descontrol #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora