Capítulo veintiocho

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Eran pasadas las seis de la tarde. La noche se avecinaba y aún no habían llegado a su destino. Marcus no sabía con precisión a dónde se dirigían, pero a juzgar por el largo trayecto y las horas en carretera, sabía que se estaban alejando demasiado de la base y quizás, del resto de la civilización.

—¿Cuánto falta? —se atrevió a preguntar. Los ojos le pesaban. Tenía demasiado sueño y dormir en aquel auto resultaba incómodo. Se encontraban cuatro personas en los asientos traseros y casi ni había espacio para estirar las piernas.

—Unos minutos, estamos cerca —respondió Jefferson y bostezó agotado. El sargento conducía por una carretera pavimentada que se abría paso a través de un bosque de pinos altos.

—¿Qué planea hacer con la señorita? Pudimos haberla dejado en la base y ya está. Así nos habríamos ahorrado tantos problemas —habló Rick.

Solo ellos tres estaban despiertos. Al parecer el resto se encontraban profundamente dormidos.

—Lamento haberla tratado como rehén, pero no tuve opción. Ella sabe algo, y necesito sacarle toda la información que pueda.

—Alice trabajaba para el agente Rifftod. Debemos tener precaución... —sugirió Marcus agachando la cabeza. Se sentía decepcionado. Quizás su relación con Alice no era muy estrecha, pero él se encariñaba fácilmente con las personas. Alice decía cosas hirientes en ocasiones, pero aun así la quería.

Rick sacó su celular del bolsillo para verificar si había señal. Como respuesta negó con la cabeza y volvió a guardarlo.

—No hay señal y tampoco la habrá durante mucho tiempo. Si logran, aunque no lo creo, controlar la situación todo volverá a la normalidad e intentarán ocultar todo lo ocurrido. Pero no te preocupes, si necesitamos comunicarnos con alguien, en mi casa tengo una radio de último modelo que funciona de maravilla —le dijo Jefferson al notar su decepción.

—Están llegando muy lejos para ocultar esta situación. Han cortado la señal. Estamos incomunicados con el resto del país y con nuestras familias. Mi novia estará muy preocupada.

Marcus se sintió herido al escuchar la palabra "novia".

—No quieren que la gente se entere. El gobierno no está midiendo sus acciones. La falta de comunicación es una de las razones por la que los problemas se agrandan —comentó Marcus frustrado —. Por eso debemos hacer algo.

Giró la cabeza. Centro sus ojos azules en el rostro de Rick. Casi no podía observarlo con detenimiento por la falta de luz, pero sí percibió su aroma y eso le daba una sensación extraña en el estómago. Se le erizaron los vellos de los brazos y sus latidos aumentaron. Ese sentimiento... otra vez.

Marcus suspiró. Miró a través de la ventana pero no logró concentrarse. La presencia de Rick era como un imán que atraía su mirada. Marcus no pudo evitar sonreír.

Ese sentimiento también lo experimentó con Bob, quien ahora ya estaba muerto.

Recordar su rostro y su sonrisa le partía el corazón. En su cabeza se reprodujo el sonido del disparo y sus últimas palabras antes de morir.

Llegaron. Jefferson estacionó el auto frente a una casa que aparentaba ser de dos pisos. No se podía detallar muy bien, pero sin duda era lujosa. Estaba ubicada en un terreno inclinado, además, no había otras casas alrededor y el silencio allí era abrumador.

El sargento es el primero en bajarse. Marcus observa por la ventana como se acerca a la casa, atraviesa la puerta principal y desaparece de su vista por un momento. Cuando regresa, las luces tanto del interior como del exterior de la casa, se encienden.

—No pensé que fuera rico... —comentó Rick asombrado.

Levantaron al resto y se bajaron del auto. Alice no tuvo otra opción que seguirlos, estaba confundida y también muy asustada. Su pelo crespo estaba hecho un desastre y en su rostro se reflejaba la rabia que se acumulaba en su interior.

Observan fascinados aquella casa lujosa, es grande a simple vista pero a juzgar por lo descuidada que está, es obvio que no ha sido habitada por muchísimo tiempo; los jardines marchitos, y la piscina cubierta de moho son la prueba del abandono.

—¿Enserio esta casa es suya, sargento? —preguntó Joseph incrédulo.

—Pueden pasar.

Se adentraron en la casa uno por uno. Se percataron de que los muebles estaban cubiertos de mantas grises y había muchísimo polvo. Primero, llegaron a lo parecía ser la sala. El televisor estaba frente a una mesita y los muebles estaban escondidos bajo la manta. Más allá se encontraba la cocina de estilo abierto y de gabinetes oscuros.

—Miraré que encuentro en la cocina —avisó Jefferson.

Charlie jaló una de las mantas que cubría el sofá y decidió sentarse. El resto repitió su acción y también esperaron sentados. Marcus no. Solo se quedó de pie observando como Jefferson se decepcionaba al ver la nevera, e incluso las alacenas, llenas de cerveza y todo tipo de botellas de alcohol.

—Me temo que tendremos que pasar esta noche sin comida —dijo Jefferson cruzándose de brazos.

—¿Es su familia? —la pregunta de Joseph lo tomó por sorpresa. El joven moreno señalaba uno de los cuadros que estaban colgados en la pared —. Su hija es bellísima.

Marcus lo notó. Vio como Jefferson se entristecía al mirar la foto familiar. En ella estaba él con un aspecto un poco más joven, a su lado, una mujer hermosa de melena rubia atada en una elegante moña, y en medio, había una bebé preciosa con los ojos claros y un gorrito rosa en la cabeza.

Jefferson fue demasiado evidente. Se acercó y descolgó el cuadro, luego se lo llevó hacia una habitación y regresó sin él.

—Nada de preguntas —pidió en voz baja y suspiró —. Bueno... esta noche dormiremos. Mañana planearemos bien nuestros próximos movimientos ¿Está claro?

—Sí señor —respondieron todos.

Se acomodaron en la sala. Jefferson trajo muchas almohadas y cobijas y las ubicó en el suelo. Solo Joseph fue el privilegiado en dormir en uno de los sofás.

—¿Tienes algún cuarto para invitados? —preguntó Alice. Llevaba callada durante todo el camino y al fin decidió hablar.

Todos la miraron confundidos.

—Si, por supuesto. Ven conmigo —contestó Jefferson y se la llevó al cuarto ubicado al fondo del pasillo. La ayudó a instalarse en el cuarto y luego salió cerrando la puerta con llave.

—Es peligroso que se quede en ese cuarto sola. Puede escapar y quien sabe... Quizás le informe a Rifftod que estamos aquí.

Jefferson miró a Rick y negó con la cabeza:

—No te preocupes. La habitación no tiene ventanas, y la puerta está cerrada con llave. Solo será por esta noche.

—¿Y si necesita ir al baño? —preguntó Marcus preocupado. Sabía que las intenciones de Jefferson no eran malas, pero aun así, le preocupaba el bienestar de su compañera.

—El cuarto tiene un baño. Ahora sí. Todos a dormir —dijo y apagó las luces.

Marcus compartía cobija con el soldado Charlie, lo cual le decepcionó. Le hubiera fascinado compartir cama con el pelirrojo...

Se dieron las buenas noches y decidieron dormir.

Pero durante toda la noche, Marcus no pudo pegar los ojos. Pensaba en tantas cosas, y una de ellas, se centraba en el bajo estado anímico del sargento Jefferson. También pensó en Rick, en Bob Kart y en las criaturas, dueñas de sus pesadillas.

Falla en el laboratorio [Saga descontrol #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora