Capítulo treinta y ocho

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Le dolían las piernas de tanto correr. Su garganta estaba seca, por lo que ya no podía llamar incontables veces a su hermano.

El niño, de tan solo ocho años, era de baja estatura, pero su velocidad, incitada por el miedo, lo hacía hasta capaz de vencer a un atleta profesional.

Natalie se introdujo entre el bosque frondoso para alcanzar a su hermano. Se habían salido de los límites del campamento por lo que estaban solos y ella no tenía a quién acudir.

—Por favor... detente... —Natalie cayó de rodillas. Le costaba demasiado respirar. Vio que su hermano se alejaba cada vez más —. ¡Lucas ven aquí!

El niño desapareció tras unos arbustos, y un momento después, se oyó un grito.

—¡No! —exclamó, presa del pánico. Se obligó a levantarse a pesar de que estaba cansada.

Corrió lo que más pudo. Las lágrimas le nublaron la visión. Un fuerte dolor invadió su pecho y aunque se dobló el tobillo siguió avanzando. Apartó ramas y atravesó los arbustos hasta que se encontró a su hermano tirado en el suelo, chillando como un loco.

—¡¿Qué ha pasado?! ¡Te dije que no te fueras! —bramó y se lanzó hacia el pequeño. Sentía la necesidad de descargar toda su ira, pero se contuvo. Lucas se apretaba el brazo derecho con fuerza y de él brotaba sangre oscura.

Natalie gritó aterrada.

—¿Cómo te hiciste eso?

—¡Me... me mordió!

Natalie vislumbro una especie de herida en el brazo de su hermano. De hecho, era una mordedura.

Escuchó un aullido a sus espaldas y se dio la vuelta rápidamente. Frente a sus ojos, permanecía una criatura pequeña, semejante a un cachorro, sin embargo, no tenía pelaje y su piel gris dejaba a la vista sus venas azules y verdosas.

—¡Eso me mordió! —exclamó el niño.

Natalie encontró un tronco y lo sujetó con fuerza. Se puso de pie y avanzó hacia el animal que no paraba de gruñir. La cola de este se movía de un lado a otro, era larga, y se movía al igual que una serpiente.

—¡Atrás! ¡Vete de aquí!

La mini bestia tomó impulso y pegó un salto. Natalie vio su horrible hocico aproximarse hacia su cara, pero antes de que la alcanzara levantó el tronco y lo dirigió violentamente hacia el animal. Logró darle, el tronco se partió a la mitad y la criatura cayó al suelo.

Tomó una piedra del suelo y la lanzó. La piedra aterrizó en el lomo del animal provocando que este soltara un gruñido mucho más amenazador. Buscó otra piedra, pero no había más. Busco algún tronco o algo que le sirviera, pero a su alcance no se encontraba nada.

—¡Ayuda! ¡Que alguien nos ayude! —sus gritos produjeron eco allí en medio del bosque, pero sabía que nadie vendría a su rescate, estaban demasiado lejos del campamento.

A la lejanía se escuchaban explosiones y disparos. Nadie oiría sus gritos...

El animal dio pasos lentos hacia ella. Natalie creyó que sería fácil ahuyentarla pero por más que lo intentaba, no lo conseguía. Por poco recibe una mordida, por lo que tuvo que retroceder. La criatura rodeaba a su hermano buscando el momento oportuno para acabar con él.

De repente escuchó un disparo ensordecedor. Se sobresaltó y luego quedó totalmente paralizada por el miedo. La criatura recibió un disparo en una de las piernas, lo cual, la hizo perder el equilibrio y se desplomó en el suelo soltando gruñidos y rugidos bastante inquietantes.

Lucas no paraba de gritar, por otro lado, Natalie miró a todo su alrededor buscando el origen de aquel disparo. Pero no veía a nadie. Corrió y se arrodilló junto a su hermano, lo tomó de la cabeza y le acarició la mejilla con la mano temblorosa.

—Mi brazo... —susurró el pequeño y se sorbió la nariz.

Natalie examinó la herida y soltó un grito ahogado al darse cuenta de la magnitud del problema. El brazo de su hermano tenía manchas negras y sus venas estaban hinchadas.

—¿Qué te sucede? —preguntó en voz baja. El brazo de Lucas parecía tener el mismo aspecto que el de Jhon antes de morir. Solo esperaba que su hermano no comenzara a convulsionar, y...y...

Natalie se echó a llorar desesperada. Se sentía culpable por todo lo que había pasado. Miraba a todos lados esperando ver a sus padres, pero sabía perfectamente que estaban demasiado lejos y que a ellos les costaría encontrarlos.

Consideró la idea de regresar al campamento con su hermano en brazos, pero luego de pensarlo varias veces, sabía que sería peligroso. Además, olvidó el camino de regreso.

Sentía un hedor apestoso, proveniente de la herida del niño.

—¡No siento mi brazo! —gritó Lucas aterrado. Comenzó a patalear y Natalie desconcertada, solo lo abrazó y lloró con él.

El brazo de Lucas perdió la movilidad. Sea lo que sea que haya ocasionado la mordida comenzaba a expandirse por toda su extremidad. La piel del pequeño se estaba ensombreciendo.

—¡Apártate muchacha, debemos actuar rápido!

Natalie pegó un respingo y levantó la mirada. Su vista estaba borrosa por las lágrimas, pero al menos pudo reconocer la silueta de un hombre saliendo de entre los arbustos. El hombre era alto y mucho mayor. Tenía el pelo hasta los hombros y se le marcaban las canas.

—¿Qui-quien eres?

—Suelta al niño. La infección se va a propagar por todo su cuerpo hasta acabar con su vida. Si quieres salvarlo tienes que dejarlo a un lado.

Natalie no dudó. Haría cualquier cosa para salvarlo. Se apartó del niño y dejó que el hombre se aproximara.

La mirada del hombre no le transmitía ninguna seguridad, pero ¿Qué otra opción tenía?

—¿Qué va a hacer? —preguntó temblorosa.

—Cierra los ojos —le ordenó el hombre con firmeza.

—¿Qué? ¿Por qué?

De repente, el hombre alzó el hacha que traía consigo. Con el pie, separó el brazo sin movilidad de Lucas y lo extendió.

—¡¿Qué le vas a hacer?! —Natalie se abalanzó hacia él, pero fue demasiado tarde. El hombre dejó caer el hacha con fuerza. Se escuchó el crujir de un hueso y luego, la sangre salpicó por doquier.

El grito de Lucas impactó en sus oídos. Fue aterrador.

Natalie gritó aterrada. El brazo estaba separado de su cuerpo, y las hojas secas del suelo comenzaban a empaparse de sangre.

—¡Le cortaste el brazo! ¡Eres un malnacido! —bramó ella y empuñó las manos. Se acercó y comenzó a pegarle en la espalda, también le propinó varias patadas. Natalie sintió el vómito subir hasta su garganta, pero lo contuvo. Su hermano se había desmayado, y su brazo... Ya no estaba.

El hombre la empujó haciéndola caer de culo contra el suelo. Natalie se sintió adolorida y se puso de pie nuevamente, pero el hombre volvió a empujarla. Él se arrodilló frente al niño y sacó de su mochila una venda.

—¡Cállate mocosa! ¡Le he salvado la vida! ¿Es que acaso no lo entiendes?

Natalie no pudo formular palabras. Solo lloraba y se retorcía en el suelo por el dolor.

El muñón de Lucas estaba completamente vendado. El hombre lo cargó en brazos y se puso de pie.

—Necesito ejercer primeros auxilios. Evitar que la herida se infecte, detener el sangrado y todas esas mierdas ¿Te vas a quedar aquí? ¿O vienes conmigo? —la voz del hombre la ponía enferma. Se sentía furiosa y con ganas de vomitar —. Lo único que puedo decirte es que el campamento del que venís está destrozado. Las aberraciones siguen allí. Si tus padres están allí, ten por seguro que ya están muertos. Ven conmigo, o quédate a morir. Tú decides.

El hombre se adentró entre los árboles y se alejó con su hermano en brazos. Natalie no podía permitir que se lo llevara, así que se levantó. Miró por última vez la extremidad del niño y luego de haber vomitado, corrió tras el hombre, adentrándose en el húmedo bosque, y alejándose cada vez más del campamento.

A cada paso que daba, se acortaban las probabilidades de reencontrarse con sus padres...

Falla en el laboratorio [Saga descontrol #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora