Capítulo veinticuatro

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Salieron del edificio por la puerta trasera. El hecho de que la alarma se activara complicaba las cosas. Realmente no sabía si se debía a ellos o por alguna otra razón, lo que sí tenía claro era que debían irse de ahí cuanto antes.

Jefferson sostenía el brazo de Alice Merwin con fuerza, la joven chica de piel morena no dejaba de forcejear para que la soltara. Marcus iba tras ellos y no paraba de hacer comentarios que solo provocaban que Jefferson se pusiera nervioso.

—¡Alto ahí! —exigió uno de los soldados que los perseguían.

En el pasillo retumbaba el sonido de los pasos desenfrenados tanto de los fugitivos como de los cinco o seis soldados que los perseguían. Se escuchaban gritos que hacían eco por todo el lugar y se volvían desesperantes junto con el aturdidor sonido de la alarma.

—¡Jefferson!

Marcus se había tropezado, sus gafas salieron disparadas e impactaron en el suelo haciéndose añicos. Jefferson no pudo ir a socorrerlo porque si lo hacía, Alice se libraría de él, y no podía permitir eso. Marcus se levantó por sí solo y retomó la huida, corriendo a toda velocidad que incluso logró sobrepasar a Jefferson, y fue el primero en salir por la puerta trasera.

—¡Suban rápido! ¡Sargento! —reconoció la voz de uno de sus subordinados. En la pradera se encontraba una minivan gris y sus tres chicos ya se encontraban adentro.

—¡Suélteme, no iré con usted! —protestó Alice quien trataba de golpearlo. En más de una ocasión le había arañado los brazos a Jefferson, y aunque le dolió, no le quedó de otra que aguantarse. La chica lo empujaba bruscamente y soltaba alaridos desesperados. Charlie y Joseph se acercaron rápidamente y lograron controlar a la muchacha.

—¿Para que la vamos a llevar? —preguntó Joseph atónito, miraba con enojo a Alice.

—La necesito. Ella sabe algo.

—Yo no sé ni mierda ¡Así que déjame ir!

—¡Trabajas para el agente Rifftod! —acusó Marcus. No se sabría decir si era enojo o decepción, pero los ojos de Marcus se estaban llenando de lágrimas y se estaba poniendo rojo por las emociones reprimidas.

Vieron a los soldados salir por la puerta trasera, todos con sus armas apuntando hacia ellos. Los que eran solo cinco hombres se convirtieron en veinte, y llegaron refuerzos que eran liderados por el agente Rifftod. Aquel hombre tenía el ceño fruncido, apretaba los puños y tenía los ojos rojos, llenos de furia.

—¡¿Qué mierda cree que está haciendo, señor Jefferson?! —le gritó a la lejanía.

—Suban al auto ¡Ahora! —les exigió Jefferson. Joseph y Charlie agarraron a Marcus y lo subieron a la minivan. Jefferson por instinto sacó su navaja y sostuvo a Alice posicionándola frente a él. Puso cuidadosamente la cuchilla afilada en su garganta.

El semblante de Rifftod cambió por completo, y ordenó a sus hombres que bajaran las armas.

—¡Me iré de aquí, señor agente! No me de problemas, y solo deje que me marche.

—Está bien —cedió Rifftod, y a Jefferson le pareció sumamente extraño. No lo dejarían ir así sin más. Jefferson ya sabía más de la cuenta. Supo en ese instante que no se debía a él sino que la respuesta estaba en Alice.

La chica miraba fijamente al agente, como suplicándole que la ayudara. Jefferson se sentía mal por usarla de rehén, pero tenía un presentimiento. Sentía que esa chica era importante, y Rifftod la necesitaba. Además, de no ser por ella, quizás ya estarían todos muertos.

—¡Puede irse con sus chicos, incluso llévese a Marcus Ferriman! —le gritó Rifftod más desesperado que nunca —. ¡Pero deje a la muchacha acá! ¡No la necesita!

Jefferson vio lo aterrado que estaba Rifftod. Llegaron más hombres con trajes negros y con rifles sumamente poderosos, incluso uno de ellos traía un francotirador y se había puesto en posición.

—Eres un tonto —le dijo Alice con la respiración acelerada. Miraba aterrada la navaja que amenazaba con despellejarle la garganta —. Sé que ya tiene sus sospechas. Pero usted no se enfrenta al agente Rifftod. No, usted está atacando a una organización entera que es asegurada con gente de altos mandos en este país de mierda. Quizás pueda escapar ahora, pero lo encontrarán tarde o temprano.

—Si eso me importara no estaría haciendo esto. Sé el peligro que corro yo y mis muchachos ¿pero qué más da? Si no hacemos nada mucha gente va a morir —le respondió Jefferson con firmeza y lentamente fue dando pasos hacia atrás hasta que llegó a la minivan.

Rifftod dio la orden de disparar, pero fue tarde. Joseph les abrió la puerta rápidamente y se subieron. Los disparos estallaron las ventanas de vidrio que desafortunadamente no estaban blindadas. Todos adentro se agacharon y Rick, quien era el que conducía, pisó el acelerador y la minivan arrancó violentamente.

El auto comenzó a moverse bruscamente, brincaba haciendo que se golpearan con el techo en más de una ocasión. La pradera no era totalmente plana, había muchos baches inesperados y aquello hacía que la camioneta se moviera de un lado a otro.

—Nos siguen. Como que no nos van a dejar ir—avisó Charlie mirando por la ventana trasera;. Si, efectivamente. El sinnúmero de hombres del agente se subían en sus camionetas y arrancaban a toda velocidad hacia ellos.

Rick llegó hasta el parqueadero delantero, pasó el umbral de seguridad y destrozó las vallas. Condujo por la carretera de tierra que llevaba directamente al pueblo Bernon.

—¿A dónde vamos, señor? —preguntó Rick en voz alta, en medio de los disparos que aún no cesaban.

Afortunadamente ya no estaban en el territorio de la base.

—Conduce a mi casa. Está en las montañas y nadie la conoce —le dijo luego de pensarlo por un momento.

—¿Su casa no quedaba en la ciudad Astra? —preguntó Joseph confundido, con la mirada perdida..

—Iremos a mi antigua casa, no la tengo registrada por lo que no nos encontrarán.

Un auto golpeó la minivan y obligó a Rick a conducir con más velocidad. Alice no dejaba de moverse bruscamente, se libró del agarre de Jefferson y se abalanzó hacia el volante. Lo tomó y el auto comenzó a zigzaguear por la carretera.

—¡Detén a esa perra! —gritó Rick mientras forcejeaba para tener el control del auto.

Allí adentro se formó una pelea. Jefferson y Charlie tomaron a la descontrolada chica y la empujaron hacia los asientos traseros, aquella comenzó a dar patadas en el aire y una de ellas impactó en el rostro del pobre Marcus.

—¡Alice ya basta! ¡Estás empeorando las cosas! —le suplicó Marcus alterado. Su nariz sangraba a montones luego de recibir semejante patada en el rostro.

—¡Solo sigue conduciendo, Rick! —ordenó Jefferson.

Otro auto chocó contra ellos, y Rick giró bruscamente devolviéndole el golpe. Se escuchó un fuerte estruendo y cuando Jefferson miró a través de la ventana destrozada, se encontró con que el auto que anteriormente los había chocado se salió de la carretera y se estrelló contra unos matorrales.

Allí adentro las cosas empeoraban. Alice le propinó un puñetazo a Joseph y luego a Charlie. Mordió el brazo de Jefferson y de nuevo se tiró hacia el volante con la intención de detener el auto.

Falla en el laboratorio [Saga descontrol #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora