Jerome se removió en su asiento. Su corazón palpitaba con fuerza, y por primera vez, después de años como militar, los múltiples sonidos del caos le resultaban abrumadores.
El helicóptero militar, pilotado por uno de sus subordinados, se movía con fuerza hacia adelante. Iban rumbo a la manada que salió de su escondite. Luego de que un sinnúmero de escuadras llegaran al lugar en donde reposaban se volvieron locas, y decidieron huir, presas del pánico.
—¡¿Le informaste al campamento acerca de la situación? —preguntó Jerome a gritos. Podían comunicarse fácilmente por los micrófonos que traían en sus cascos, pero el miedo se apoderaba de él y no medía la altura de su voz.
El piloto se sintió intimidado y asintió con la cabeza dejando de lado los honoríficos.
Una explosión hizo que el helicóptero temblara. Las balas no eran suficientes para acabar con las criaturas.
—¡Se han multiplicado! ¡Son demasiadas! —gritó Camilo, uno de sus hombres, quien miraba estupefacto la resistencia de esos animales.
Jerome sabía perfectamente que las criaturas que escaparon del laboratorio no sobrepasaban las ochenta, pero estas se habían reproducido mucho más rápido de lo esperado, y ahora, eran ya por lo menos más de ciento cincuenta especímenes invadiendo un territorio que no les pertenecía. Si no las detenían, continuarán reproduciéndose y será difícil frenarlas. Es ahora o nunca.
Se escucharon más explosiones y disparos provenientes de abajo. El helicóptero se mantenía a una altura suficiente para evitar el contacto con los animales.
Aquellas cosas deformes se lanzaban sobre los humvees blindados y atacaban con garras y colmillos. Incluso cuando las balas las alcanzaron, estas no se detuvieron y continuaron destrozando los cuerpos de los soldados.
De repente la criatura alfa hizo presencia. Salió de entre los árboles destrozando algunos troncos y terminó matando a la mayoría. Incluso las granadas no fueron suficientes para frenarla.
Jerome tomó la radio con las manos temblorosas y se comunicó rápidamente con el agente Rifftod:
—¡Señor! ¡La situación no va para nada bien, se dirigen al campamento auxiliar! —informó a gritos y tragó saliva. El rugido de la alfa le puso los pelos de punta —. ¡Trataré de desviarlas pero debe evacuar ahora mismo a las personas que se encuentran allí!
—Recuerde sus órdenes sargento. No las mate. Las necesito vivas. Me encargaré del campamento, usted solo se centra en las criaturas. Me comunicaré con el jefe de la organización —le respondió Rifftod al otro lado de la radio. La voz despreocupada del agente hizo que la paciencia de Jerome llegara a su fin.
—¡Al carajo! ¡Las voy a matar a todas!
—¡Ni se le ocurra sargento! —le ordenó Rifftod alzando la voz.
—Muchos hombres están muriendo ahí abajo mientras de seguro usted está sentado en su oficina tomándose una deliciosa taza de café. Me importa una mierda lo que planee hacer con ellas, pero no lo puedo permitir. Soy un asco de persona pero escúcheme bien ¡Nadie más va a morir!
Jerome rompió la radio con sus manos. Empleó toda su fuerza y destrozó aquel aparato.
—¡Señor! —gritó el piloto y soltó un alarido.
Jerome vio como uno de los autos blindados fue arrollado por la bestia de más de dos metros de altura. Uno de los humvee salió disparado hacia arriba en dirección al helicóptero. El piloto realizó una maniobra para evitar el choque, pero su reacción fue demasiado tarde y el auto impactó a gran velocidad. Tras el choque, el helicóptero perdió el control y comenzó a dar vueltas en el aire comenzando a caer en picada.
Jerome no dijo nada más, lo que estaba a punto de pasar era inevitable. Cerró los ojos con fuerza mientras sentía el horrible vacío y solo pensó en su familia, la cual nunca volvería a ver.
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Falla en el laboratorio [Saga descontrol #1]
Science FictionCuando la tercera guerra mundial estalló, el daño fue descomunal y casi irreparable. Cinco años han pasado luego de ese terrible suceso, pero aunque todo haya vuelto a la "calma", el odio entre las naciones aun sigue incrementando y solo es cuestión...